Estocolmo
El lado más oscuro de Escandinavia
Tradicionalmente, la imagen que los países nórdicos irradiaban al resto del mundo era la de unas sociedades abiertas, tolerantes e igualitarias. Los elevados impuestos, el generoso gasto social, una economía sana y un alto nivel de vida habían convertido a Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia en lo más parecido a paraísos en la Tierra.
Sin embargo, los escritores nórdicos de novela negra no nos muestran una imagen tan complaciente de sus países. Sus obras se asemejan a un espejo que refleja el lado más oscuro y siniestro de su entorno. Aquél que a simple vista no se advierte en sus tranquilas y pacíficas calles. Gracias al reciente «boom» de la novela negra, hemos descubierto, por citar sólo algunos, la violencia de género con Arlandur Indridasson o Camilla Lackberg, la xenofobia con Sara Blaedel o Henning Mankell, el fanatismo religioso con Osa Larsson o la corrupción con Stieg Larsson. Un hito para el género y para la sociedad sueca en particular fue el asesinato aún sin resolver del primer ministro Olof Palme el 28 de febrero de 1986, cuando paseaba por las calles de Estocolmo. Su muerte acabó de un plumazo con la inocencia de un país acostumbrado a ver cómo sus políticos se paseaban sin protección policial como ciudadanos corrientes.
Pero si hay alguien que ha sabido denunciar la realidad más incómoda, ése ha sido el fallecido periodista y escritor Stieg Larsson, que dedicó gran parte de su vida a investigar sobre la extrema derecha sueca. Gracias a sus artículos, por ejemplo, sabemos que Suecia es el primer vendedor mundial de música «white power» o supremacista blanca. El autor de la trilogía «Millennium» fue además un visionario de sucesos terroristas como el de Noruega.
En 1995, poco después del atentado de Oklahoma, Larsson redactó un artículo en el que advertía de que un atentado similar podría ocurrir en Suecia. «Esas mismas agrupaciones de EE UU, con la misma ideología y mentalidad sectaria y los mismos conocimientos sobre la fabricación de bombas, también existen, desde finales de los ochenta, en Suecia», escribió en la revista «Expo».
Preocupado por el crecimiento de la extrema derecha, Larsson también vaticinó en 1998 matanzas como las de Anders Breivik: «Las autoridades tienden a despreocuparse de los terroristas de la extrema derecha por considerarlos locos solitarios, pero los nazis se están dedicando al terrorismo organizado. El nazismo siempre se ha servido del terrorismo como método de lucha».
Sobre los movimientos ultras noruegos, precisamente, Larsson pensaba que estaban mal organizados y divididos en comparación con los suecos. Según él, los neonazis noruegos se caracterizaban por acudir siempre borrachos a las reuniones internacionales.
En la misma Noruega, otro autor visionario ha sido Jo Nesbo, que en su novela «Petirrojo» describe, precisamente, un ataque de la extrema derecha. Sin embargo, ni el sueco Henning Mankell, que en su obra «La falsa pista» inventa un asesino sin motivación aparente, ha llegado a imaginar la barbarie cometida por Breivik.
WALLANDER TENÍA RAZÓN
El doble atentado en Noruega hace realidad los peores presagios de Kurt Wallander, el pesimista inspector de Policía creado por el escritor sueco Henning Mankell. Desde su apacible comisaría de la pequeña ciudad escandinava de Ystad, Wallander ve con pesimismo cómo Suecia se parece cada vez menos al país que conocía. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, la Policía se enfrenta a delitos vinculados con la inmigración y el crimen internacional para los que no está preparada.
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