Elecciones generales
Guante blanco por Roberto Rodríguez Andrés
La audiencia del debate de ayer seguro que fue menor que la del cara a cara del lunes, pero no por ello fue menos interesante. De partida, hubo menos ataques e interrupciones y más un intercambio abierto y educado de propuestas entre todos los participantes, sin que, como se temía, acabara siendo un mero cruce entre PP y PSOE. Hubo más alusiones a los problemas y a las necesidades de los ciudadanos y a la situación actual de nuestro país y un tono menos duro. Y quizá esto vino favorecido por el propio formato del debate, que no propiciaba un cruce dialéctico tan vivo (y tan crudo a veces) como el que se vivió el lunes entre Rajoy y Rubalcaba. Por todo ello, y desde el punto de vista ciudadano, quizá pueda decirse que este debate estuvo más pegado a lo que podía demandar la calle y menos una mera pelea al más puro estilo de enfrentamiento parlamentario.
Había mucho «morbo» puesto en Gallardón. Estaba ya probada su capacidad dialéctica en anteriores debates, y ayer volvió a dar muestras de ella. Seguro, directo, relajado, sin consultar papeles y utilizando hábilmente los puntos débiles del rival para ponerle en evidencia y, sobre todo, para desmontar sus críticas. También cumplió su papel Jáuregui, a quien Zapatero, cuando decidió nombrarlo ministro, destacó como su principal cualidad que «se explica muy bien». Y se explicó bien pero se le vio más tenso que a Gallardón y quizá su naturaleza como ministro hizo que no pudiera desmarcarse tanto del Gobierno como lo hizo el lunes Rubalcaba, complicando así poder salir del todo airoso del envite. Erkoreka y Macías hicieron lo que pudieron (y dignamente), pero quizás el que consiguió también sobresalir fue Llamazares, con una oratoria efectiva y atacando por igual a PP y PSOE, a los que trató de meter en el mismo saco, buscando así al votante socialista descontento.
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