Fotografía
Ley del silencio por Rosetta Forner
El conducir es un símil de la vida. A todos nos gusta circular por carreteras en buen estado, con pavimentos, trazados y elementos que añadan seguridad. El Estado que descuida a sus ciudadanos e impone una «ley no escrita» es un mediocre, déspota, inmerso en la inmadurez democrática. Este desgobierno, que aún padecemos, está empeñado en gobernarnos hasta el último día a golpe de «ordeno, te aguantas, te callas». Nuestro Ministerio de Des-fomento nos deja unas carreteras patas arriba, símil de cómo nos lega España. No les importa nuestra seguridad, sólo recaudar. Pretenden con un simple mensaje conjurar los demonios del peligro, así nos amenizan el viaje con mensajitos tales como «tramo con concentración de accidentes» o «lo importante es volver». La realidad no se elimina negándola. Ésta sólo se modifica asumiéndola, cambiando y arreglando lo que no funciona. Al habérseles dado tan bien modificar la percepción de la realidad haciéndole creer a la gente lo que les ha convenido, quizá ahora piensen que si nadie informa del mal estado de una carretera, si se olvidan de la ingente cantidad de obras por terminar o ignoran los infames puntos negros que siguen cobrándose vidas a destiempo acabe por suceder lo que en el cuento del traje del emperador: que nadie daba crédito a lo que veían sus ojos.
Al final del camino sólo está nuestra conciencia, destino ineludible en el que ningún ministro tiene poder. Sé valiente y sáltate el stop metafórico del «prohibido denunciar lo que está mal».
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