Ibiza

Consigna: pasar inadvertidos por Cecilia GARCÍA

La esposa del presidente del Gobierno, Sonsoles Espinosa, asistió al debate desde la tribuna de invitados
La esposa del presidente del Gobierno, Sonsoles Espinosa, asistió al debate desde la tribuna de invitadoslarazon

Con el calor, algunas de sus señorías se destiñeron. O quizá era una consigna parlamentaria: nadie debía eclipsar a Rodríguez Zapatero y a Rajoy con atuendos subiditos de tono que distrajesen de lo importante. Se impuso una suerte de traje de camuflaje parlamentario que la mayoría de sus señorías aplicaron a rajatabla: ellos, terno azul marino, se aceptaron los grises e incluso el «marrón indescriptible» del titular de Trabajo, Celestino Corbacho – a tono con la labor que le ha tocado en suerte–, y corbatas discretas. Con una excepción, Miguel Sebastián, que se desmarcó al aparecer descorbatado y con una «chaqueta azul con vistas a la playa». Ellas tampoco se permitieron muchos alardes. En concreto, Elena Salgado, ninguno. Su socorrido traje de chaqueta rosa palo visto en tantas ocasiones, ella sí que es un ejemplo de austeridad, al menos indumentaria, lograba lo que ella pretendía: pasar inadvertida. Casi lo logró cuando Rodríguez Zapatero y María Teresa Fernández de la Vega le hicieron un sándwich, por lo que tuvo que recular un metro aunque sólo fuese para respirar. De la Vega sorprendió porque, lejos de optar por esos trajes chaqueta que son un desafío para los daltónicos, se simplificó con un atuendo blanco roto que tenía una ventaja: realzaba el moreno. El resto de las ministras se habían repartido toda la gama de blancos, beige y grises que existen en el mercado. Con dos excepciones: Carme Chacón, que optó por un vestido estampado –por cierto, se tomó su tiempo para hablar con Alicia Sánchez-Camacho mientras ésta le mostraba una foto que tenía en el móvil de su retoño–, y Cristina Garmendia, con ese aspecto de pasárselo siempre tan bien, que eligió un vestido, con detalles violetas, que alegraba la vista. Trinidad Jiménez ya se ve en Ibiza, o al menos eso indicaba ese terno que recordaba vagamente a la moda Adlib pero en sobrio. La mujer del presidente del Gobierno, Sonsoles Espinosa, mezcló hábilmente el blanco y el gris en un vestido que le irradiaba un poco de luz a Rodríguez Zapatero, de «azul presidente del Gobierno».En la bancada popular parecido proceder: sólo Rajoy podía llamar la atención, por lo que decía evidentemente. Dicho y hecho: Soraya Sáenz de Santamaría sacó del armario un pantalón negro y una camisa blanca y punto; bueno, punto y seguido, porque la portavoz del PP, cual Vicente del Bosque, arremolinó a un grupo de periodistas para explicarles cuál iba a ser la estrategia de los populares. Sólo le faltaba la pizarra. María Dolores de Cospedal, con ese semblante de responsabilidad que no se le quita de la cara, optó por el «gris perla terraza de verano a las siete de la tarde», mientras que Ana Pastor eligió un vestido florido complementado por una chaqueta blanca. Cayetana Álvarez de Toledo se pasó al malva mientras Ana Mato, fiel a sí misma, recurrió al siempre eficaz azul cobalto. En un Debate sobre el Estado de la Nación, con media ídem de vacaciones o que mentalmente están en ello, sus señorías también demostraron, por exceso o por defecto, que también están pensando en los días de descanso, como afirmaba hace unos días Ángeles González-Sinde, que si hay que adivinar cuál será su destino vacacional, puede que esté preparando las maletas para perderse entre las dunas.