Ibex 35
Adictos a la deuda por Agustín de Grado
Éramos felices. La expansión crediticia artificial basada en la creación de dinero nos instaló en una burbuja de bienestar que creíamos eterna gracias a la manipulación que los bancos centrales y los gobiernos hacían de los tipos de interés y de su capacidad para fabricar billetitos. Todos nos apuntamos al manantial del préstamo fácil para elevar el nivel de vida, alentados por políticos solo preocupados por la reelección que nos seducían con más y mejores «servicios públicos esenciales». Nadie escuchó a los aguafiestas que alertaban de que alguna vez habría que pagarlo todo. Cuando la burbuja estalló, algunos gobiernos creyeron que se podría seguir estimulando la economía con dinero prestado. Error sobre error. Su solución ya era el problema. Pero insistieron y ahora estamos atrapados en otra burbuja distinta: la de la deuda soberana. Necesitamos endeudarnos para seguir disfrutando de lo ya que podemos pagar. Por eso nos irritamos cuando Alemania responde que «la ayuda económica es un calmante que solo puede comprar tiempo, pero no afronta las causas fundamentales de la crisis». Somos yonkies de una droga llamada deuda, sin la que no podemos vivir. Y tenemos culpables: Merkel y Draghi. En esas estamos. Todos. Despejando responsabilidades. Suplicando un chute financiero para calmar nuestro síndrome de abstinencia, en vez de encarar de forma decidida la desintoxicación. Caminamos juntos hacia el abismo. Todos. Sin humildad para reconocer que nuestra prosperidad era hipotecada. Sin coraje para asumir que no habrá salida hasta que purguemos la sobredosis cuyos efectos alucinógenos nos llevó a confundir con la realidad lo que sólo era una ilusión.
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