Sitges

Sitges: la red atrapa al cine

En los años 30 del siglo pasado se hacían películas de gángsters; en los 70, de hippies pasados de pastillas en busca de libertad; en los 80 llegaron los yuppies y la evasión. Siempre atento a los cambios sociales, el cine, aunque tarde, se apunta en los comienzos del siglo XXI a las temáticas relacionadas con internet

Sitges: la red atrapa al cine
Sitges: la red atrapa al cinelarazon

Más allá de que la red haya condicionado el modo de ver y distribuir películas, ahora le toca el turno a lo que nos cuenta. Precisamente esta semana se estrena en España «La red social», el controvertido filme sobre el creador de Facebook. Pero hay más ejemplos. A pesar de llevar el nombre de Festival de Cinema Fantàstic, la cita anual de Sitges está sirviendo para comprobar cómo ha atrapado la red a los jóvenes cineastas, a sus elecciones narrativas y a sus resultados estéticos. El festival tiene hasta un apartado llamado Noves Visions que agrupa algunas de estas propuestas.
Así, una de las historias más aplaudidas vistas aquí ha sido «Catfish», de los norteamericanos Ariel Schuman y Henry Joost, otro documental, al igual que «La red social», sobre Facebook. Aunque en este caso no se centre en su polémico creador, sino en los peligros que se esconden tras los contactos con desconocidos a través de este tipo de foros.


Los directores decidieron rodar una película sobre el encuentro del hermano de uno de ellos, Nev, con una chica, Abby. Y descubrirán que su familia no tiene exactamente el mismo rostro que mostraba a través del ordenador. La cinta, que arranca como un documental, acaba siendo casi una historia de suspense.

En el terreno de la ficción transcurre otra de las propuestas más interesantes presentadas en este certamen y rodada por dos directores franceses, Jean Mach y Nicolas Alberny. Ni cortos ni perezosos, los realizadores han construido, en la ficción y fuera de ella, un país virtual. Se llama «8th Wonderland» («El octavo País de las Maravillas»). Es el título del largometraje que han rodado como un falso documental, pero también de la web que han creado en la vida real en paralelo. En la ficción, fantasean con la existencia de esta potencia virtual, un «super foro» con ciudadanos conectados en todos los países y cuyo objetivo es hacer bien todas aquellas cosas que los gobiernos hacen mal. Para ello, los internautas –perdón, ciudadanos– se pondrán de acuerdo, primero para pequeñas gamberradas que llamen la atención de los poderosos, después para elaborados chantajes y acciones que se adentran en el terrorismo anarquista y que lleva al dúo de cineastas a explorar el terreno de la legítimo frente a lo legal, y a hacerse –y en su caso responder– la vieja pregunta de si el fin justifica los medios.

Intervención de la policía

Lo cierto es que la web existe, sus usuarios votan cada semana, como en el filme, y tienen ya 6.500 «ciudadanos». Cuenta Jean Mach, uno de los codirectores, que «en Francia, hay gente que convoca fiestas en internet y se juntan 10.000 personas. Finalmente tiene que intervenir la Policía para cancelarlas. Imagínate que en vez de eso pidieras a todos que hicieran algo, no político, pero sí gracioso, como al comienzo del filme. Quizá no hubiera miles, pero sí cientos. Y eso es suficiente».

Hasta un veterano del terror como es Hideo Nakata (nos lo hizo pasar bastante mal con sus producciones «The Ring» y «Dark Water») se acaba de apuntar a esta moda: así, en «Chatroom» le pone cuerpo a lo intangible mediante el recurso de presentar una sala privada de un chat como parte de un hotel imaginario (el chat en su conjunto). Esta sala es un lugar físico para el espectador de la película pero inexistente para sus protagonistas, cada uno frente a su ordenador. Los adolescentes conectados entran allí y comparten experiencias y problemas. Lo que no saben los protagonistas de este thriller psicológico es que uno de ellos tiene un plan para hacerle la vida imposible al resto.

En cuanto al cine y su relación con la red, Nicolas Alberny cree que «internet ya es parte de la vida de la gente. No puedes obviar eso. Cuando tratas con personajes en una película tienes que integrarla en sus vidas». Si Nakata convierte un chat en un decorado tangible, Jean Mach tiene claro que «internet está aquí para quedarse. No puedes hacer nada sin la red». Y añade: «Tiene muchas posibilidades visuales desde el punto de vista de la representación, y eso lo convierte en algo muy atractivo para los directores».

La ficción también se ocupa en este certamen de los juegos «on-line». El protagonista de «L'autre monde» («El otro mundo»), del francés Gilles Marchand, vive metido en uno de ellos, y comenzará a mezclar lo real y lo electrónico cuando se obsesione con una hermosa joven.

Thriller con toques de cine negro, la historia salta de la vida del protagonista al mundo paralelo en el que la «femme fatal» es también un personaje. Más real, pero sorprendente, es el documental «Life 2.0», un impactante trabajo del estadounidense Jason Spingarn-Koff sobre otra conocida plataforma de entretenimiento on line, Second Life (porque sus usuarios repiten que no se trata de un juego). Creada en el año 2004, esta «realidad alternativa» donde uno puede crearse un «avatar» o proyección virtual de uno mismo, pronto se hizo muy popular y hoy tiene millones de usuarios en todo el mundo.

Adicto al ordenador

El documental de Spingarn-Koff sigue solamente a tres de ellos, pero resulta apasionante porque están bien muy escogidos: sus historias retratan la cara y la cruz de Second Life. El primero, cuyo avatar es una niña de 11 años, es un adicto que pasa horas y horas frente al ordenador. Seguiremos su evolución durante varios meses, hasta el momento en que su prometida no aguanta más y lo abandona.

Los espectadores conoceremos también en este filme a una pareja que se conoce y enamora virtualmente hasta que deciden dejar atrás a sus respetivos matrimonios para irse a vivir juntos. Y aquí el director nos hará plantearnos que no todo lo que reluce es oro: la vida real siempre resulta compleja, por más que creamos que una existencia ficticia es la solución a lo que no nos gusta de ella.