El robo de las 12 campanadas

Va camino de convertirse en tradición. Mientras la mayoría están clavados frente al televisor, con la mirada fija en el reloj de la Puerta del Sol, las uvas ya en la mano y pendientes de los cuartos, hay otros que aprovechan las desérticas calles para emprenderla a golpes con el escaparate de alguna tienda de lujo y arramblar con todo lo que puedan justo antes de las doce campanadas.

Es un momento idóneo que no suelen pasar por alto aquellos delincuentes que no tienen la costumbre de reunirse con su familia para brindar por el nuevo año. Para ellos, que tienen otra perspectiva de la Nochevieja, la última noche del año es sinónimo de «oportunidades» y consideran mucho más rentable despedir el año con sus «colegas» de fechorías que hacerlo con las tradicionales doce uvas de la suerte. Pocas o ninguna mirada indiscreta les hace ganar tiempo a la hora de acometer el robo.

Corre a su favor, también, el pequeño «relax» que, por unos segundos, se toman los funcionarios y trabajadores de seguridad privada que están de guardia la noche del 31. Unos conocidos grandes almacenes de Sanchinarro, en el distrito de Hortaleza, se hicieron con el triste honor de cerrar la lista de robos del año en Madrid. A pesar de que contaban con vigilantes de seguridad, los ladrones consiguieron llevarse algo de material. Faltaban pocos minutos para el 2011 cuando, un grupo de jóvenes encapuchados se dirigieron hacia el escaparate del centro comercial más próximo a la zona de joyería. No sólo habían planeado el día y la hora perfecta, también los objetos con los que destrozar la luna y las vitrinas interiores y los pasamontañas con los que escondieron su rostro ante las cámaras de seguridad.

Habían fabricado un artefacto explosivo casero con el que volar parte del escaparate y no perder así demasiado tiempo en hacerse con una vía de entrada para llegar cuanto antes a su objetivo: los relojes y piezas de joyería más exclusivos.