«Zooloco»: Para qué tanto guionista

Que se necesiten cinco guionistas para cocinar semejante engendro es uno de tantos misterios por resolver que esa fábrica de pesadillas llamada Hollywood tiene a bien inventarse cada vez con más frecuencia. Es fácil imaginarse a cualquier miembro de ese quinteto de la muerte vendiendo su idea brillante –un cruce entre «Dr. Doolittle» y una comedia de Adam Sandler– ante una pandilla de ejecutivos con mente rellena de manteca de cacahuete. Se la compraron, por supuesto, y el resultado es un vehículo de lucimiento (es un decir) para un humorista sin carisma, Kevin James, y un arca de Noé repleta de animales parlantes que quieren que su guarda favorito consiga enamorar otra vez a la que toma por la mujer de su vida, que es, por supuesto, la persona equivocada. Que dos actrices despampanantes –una de ellas, Rosario Dawson, merecería mejor suerte– se rifen a James debería ser la mayor broma de la película si alguien se riera con la ocurrencia, pero lo peor es que «Zoo-loco» parece tomarse en serio los gags más improbables. Qué se puede esperar de un filme que hace de un orangután el perfecto consejero sentimental del protagonista y la autoridad moral que resuelve sus dudas ¿existenciales?