Literatura
Pere Gimferrer la perfecta emoción
El escritor y editor regresa con un poemario donde, sin renunciar a las pautas de su escritura, hace recuento de su biografía y su obra con una renovada sentimentalidad
En 1966, Pere Gimferrer publicaba «Arde el mar», un poemario representativo del arte «novísimo». Con la apariencia de un dandismo diletante, a medio camino entre la estrategia editorial y el normativismo estético, fugitiva de un realismo ya caduco, nacía una revisión culturalista, sibarita y mixtificada del clásico modernismo hispánico. Junto al propio Gimferrer se alineaban –sigamos a Castellet– Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero, a los que se irían sumando otros devotos del venecianismo contemplativo, las evocaciones historicistas, los referentes cinéfilos y las fijaciones plásticas. Ese modelo pasó, pero, machadianamente, también quedó en la conciencia lírica del presente como un ambicioso proyecto: la consecución de la belleza ideal, la gratificación de la sensibilidad a partir de una impostada ficción, de un ilusorio espejismo. Esta furia antirrealista, exquisita, deshumanizada, de una generación airada en sus estetizantes expansiones, se resolverá en una reflexión sobre la «mímesis» aristotélica: cómo debe reflejar el arte la realidad... si debe reflejarla de alguna manera. Tras diversas etapas, fluctuaciones y vaivenes, Gimferrer publica «Rapsodia», un poemario unitario, de trabada coherencia, configurado bajo una linealidad progresiva que va desde el recuento autobiográfico al personal balance estético, panorama de una trayectoria de singular interés y originalidad.
Tocado por un intenso fulgor estetizante, el lector se sumerge aquí en los clásicos paisajes itálicos, en la magnificencia de los Siglos de Oro, en el esplendor de las ruinas del pasado, en deslumbrantes fiestas galantes, en miliunanochescas ensoñaciones orientales, en nostálgicas epopeyas odiseicas, en una realidad paralela que, sin embargo, nos resulta familiar, próxima, acogedoramente intimista y entrañable; todo un despliegue de las más eficaces obsesiones del poeta, sus más acendrados referentes se dan cita aquí en un libro que tiene mucho de recuento, algo de proclama artística y no poco de indagación en la propia personalidad estética.
Fuerza vital
Estructurada la obra en diecisiete secciones –no exactamente poemas, porque estos textos son profundamente interdependientes–, este conjunto es un auténtico breviario de la poesía gimferreriana: encontramos la fuerza vital de la expresión literaria («Góngora vive sólo en sus palabras» –primer verso en función del título de este «no poema»–), el poder de oníricas ensoñaciones («Toda existencia se descifra en sueños»), el exotismo lejano («Pena perdida, el marajá no sabe»), las legendarias sagas occidentales («En las luces artúricas borradas»), la dulce monotonía de lo melancólico («Un solo tema tiene el viento en los cristales»), el valor iniciático de un instante vital («Se ha desencuadernado por la mitad mi vida»), la luminosidad de un momento recordado («Campanadas al sol, la luz de Arezzo»), la belleza intrínseca de lo concluyente («El tiempo nuestro es ya de despedida») o la fantástica escenografía de la existencia misma («En la caja del aire va el telón encendido»). Con estas propuestas se vertebra un corpus poético que aúna las antiguas ascendencias «novísimas» con una renovada sentimentalidad donde el paso del tiempo, la juventud perdida y la conmoción de lo bello adquieren su significado.
El recuerdo del ayer, su imposible retorno, lugares, fechas y signos de emotiva evocación, transitan por estas páginas: «acaso una memoria perifrástica, / acaso la cortina del carbón / arrojada a la boca de la hoguera, / la noche de san Juan, mil novecientos / sesenta y nueve, sextercios de luna: / la potestad de las colinas rojas / se aquietaba en las manos del arcén / y en la Mallorca descubierta y muda / deletreo tus cartas de cristal». (pág. 36) Muy presente también el sentimiento amoroso de carácter esencialista: «Y, de toda la vida, este puñado, / esta gavilla de claveles queda: / tanta palabra por decir tan sólo / la esclavina de plata del amor» (pág. 75) Todo un hallazgo en el tono, la manera y el ritmo más característicos de la poesía de Gimferrer, a lo que cabe añadir su apuesta por una sentimentalidad de la evocación, por una presencia de la temporalidad, la experiencia de la madurez y la persecución de la belleza ideal con la que ardía un mar sin orillas.
Un poeta en castellano y catalán
Pere Gimferrer es editor, escritor, miembro de la Real Academia Española y uno de los más grandes poetas españoles. Escribe en castellano y también en catalán y comenzó su andadura con «Mensaje del teatrarca», pero fue su segunda publicación la que le puso en el primer plano de la actualidad. Un libro cuyo título hoy está considerado un clásico: «Arde el mar», que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1966. Desde entonces su trayectoria está jalonada de grandes títulos que han sido respaldados con galardones como el Reina Sofía de Poesía y el Nacional de Literatura, entre otros. En la prosa se ha adentrado en el ensayo y la novela. Sus últimas publicaciones, las anteriores a la actual «Rapsodia», fueron dos libros que salieron al mismo tiempo, recibieron el respaldo unánime de la crítica y devolvieron su nombre al primer plano de la literatura: «Interludio azul» y «Amor en vilo».
«Rapsodia»
Pere Gimferrer
Seix barral
96 páginas. 15,7 euros
✕
Accede a tu cuenta para comentar