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Una huelga de conveniencia

La Razón
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Hoy jueves, el día después de la huelga general, es el momento de balances. Aquí, como tantas veces en política, todos dicen haber ganado, todos anuncian que han conseguido lo que querían y todos auguran que los objetivos previstos han sido conseguidos. En resumen, palabras vacías y huecas, llenas de tozudez y ausentes de coherencia. Y desde luego hirientes para los cinco millones de parados que sobreviven como pueden ahora mismo en España.
Vamos a intentar aislarnos de tanta verborrea inútil. ¿Qué nos queda de esta primera huelga general que los sindicatos mayoritarios han montado a Zapatero? La verdad es que de esta huelga nos queda mucha pantomima y muy pocos efectos contantes y sonantes. Es una huelga convocada con meses de antelación, con muchos amortiguadores para no hacer daño al Gobierno socialista, con permanentes ataques al Partido Popular y a los empresarios, con una aparente beligerancia que a la hora de la verdad se ha terminado convirtiendo en un acto de sumisión al Gobierno.
Ha sido una auténtica huelga de conveniencia, por un lado los sindicatos necesitaban aparentar que plantaban cara al Gobierno después de recibir permanentes críticas por su connivencia con el Ejecutivo. Por otra parte, a Zapatero tampoco le viene mal poder alardear en Europa y en los distintos foros internacionales que efectivamente ha puesto en marcha unas reformas que le han provocado las protestas sindicales. En fin, puro teatro, en el que desde luego el presidente del Gobierno gana lo suyo y los sindicatos hacen otro tanto. Todos con el mismo objetivo: terminar la legislatura con los menores daños colaterales posibles.
Las semanas de calentamiento de la huelga han estado llenas de vídeos de mal gusto, de afirmaciones gruesas por todas partes y de una obsesión: bloquear Madrid. A los sindicatos parece que todo lo demás no les ha importado lo más mínimo. Con Madrid les valía y punto. Y con Madrid no han podido. Problemas en los transportes como era previsible, pero en las calles no se ha visto ni de lejos ambiente de huelga general. Una auténtica ficción.
Si tenemos que valorar este paro general, esa valoración es bien sencilla: ha sido una huelga pactada. Por unos y por otros. El Gobierno ha salvado el tipo y los sindicatos, en apariencia, han cumplido con su obligación. Todo demasiado artificial para poder creerse que esto era una huelga general. A estas alturas es inútil perderse en porcentajes y en números. Políticamente era un trago que tenían que pasar los protagonistas y así lo han hecho. Ahora hay que ver qué puede pasar.
¿Tendremos rectificación del Gobierno?, ¿habrá crisis en el Ejecutivo?, ¿los sindicatos volverán al redil de La Moncloa? Son algunas de esas preguntas clave para conocer de verdad el impacto de esta huelga. Preguntas que necesitan una clara respuesta, aunque no parece que lo ocurrido se traduzca en dramáticas situaciones. Desde este momento, conociendo a los actores se irá volviendo a la normalidad. Tiempo al tiempo.