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El silencio de «Los Ramones»
«El Ramón» y «El Ramoncín», mudos de nuevo en un juicio por falso testimonio en el «caso Sandra Palo». Condenados en 2003 como menores por la violación, atropello y quema de la joven, éste sería su primer antecedente penal
MADRID- Que si el Citroën ZX era rojo, que si tenía tres o cinco puertas... van a cumplirse nueve años de la tragedia y aún siguen escuchándose detalles de aquel fatídico 17 de mayo de 2003 en un juzgado madrileño. ¿El motivo? La chulería, «amnesia» o desidia que mostraron dos de los procesados por el crimen de Sandra Palo durante su declaración en calidad de testigo en el juicio de otro de los imputados, Francisco Javier Astorga Luque, alias «El Malaguita». El pasotismo de hace siete años les llevó ayer a sentarse, de nuevo, delante de un juez. Los tres menores que participaron en el crimen –Rafael Fernández García, «El Rafita», Ramón Santiago Jiménez, «El Ramón» y Ramón Manzano Manzano, «Ramoncín»– ya habían sido juzgados y condenados dos años antes por un juez de menores pero tuvieron que declarar en la Audiencia Provincial en el procedimiento abierto contra «El Malaguita», el único mayor de edad cuando sucedieron los hechos. Era enero de 2005 y el único que aquella vez colaboró con la Justicia fue «El Rafita», primo del procesado, quien sí contestó a las preguntas que le realizaron.
Los otros dos compañeros de «hazaña» no querían recordar nada. A las preguntas de quién desnudó a la chica, quién fue a la gasolinera de Vallecas a comprar la gasolina para quemarla, quién conducía cuando le pasaron el coche por encima unas quince veces... de ninguna cuestión formulada por el juez se acordaban. «Yo declaro lo que declaré y ya está», «no me apetece contar lo que pasó, no voy a estar recordándolo toda la vida» y un recurrente «no lo recuerdo» fue la colaboración de «los Ramones» con la Justicia. El juez decidió entonces atar en corto esa actitud. Por sus evasivas, respuestas contradictorias y su intención de obstaculizar el esclarecimiento de los hechos fueron imputados por dos delitos de falso testimonio (artículo 458 del Código Penal) y dos delitos de desobediencia grave (artículo 556 del Código Penal). Entonces ya tenían 18 años (sólo tenían 16 cuando cometieron el macabro suceso) y podían ser procesados por un juzgado ordinario. De hecho, si les condenan por este delito será su primer «borrón» en su historial de antecedentes penales. Y es que, al haber cumplido una pena impuesta por un juez de menores («El Ramón» salió de la cárcel el pasado verano y «El Ramoncín» lo hará, presumiblemente, el próximo mes de mayo), su historial se borrará, tal y como marca la polémica Ley del Menor. Por eso, para que ahora vuelva a ingresar en prisión (el primero) y continúe en ella (el segundo) tendrán que ser condenados a una pena superior a dos años, algo poco probable a la vista de lo acontecido ayer. Para sorpresa de la acusación partícular, la familia de Sandra Palo, la Fiscalía rebajó ayer su escrito de calificaciones previas. Así, de los dos años de prisión por falso testimonio y uno más por desobediencia grave que solicitaba en un principio (que es lo que pide la familia), lo dejó ayer en diez meses de multa a razón de 20 euros diarios, es decir, 6.000 euros cada uno.
Pero el momento que todos esperaban, no llegó. Cuando la titular del Juzgado de lo Penal número 1 solicitó a los imputados que se pusieran en pie, ambos, vestidos en chándal y zapatillas deportivas, guardaron silencio. «Yo me acojo a mi derecho a no declarar», dijo «El Ramón». «Yo también», dijo «El Ramoncín».
La noticia de la reabaja por parte del Ministerio Público, la chulería de «los Ramones» y, sobre todo, ver la cara a otros dos asesinos de su hija hicieron mella en Marimar Bermúdez y Francisco Palo. El matrimonio entró a la sala y, al término de la vista, Marimar no pudo evitar gritar a los imputados. «¡Hijos de puta, sois unos mierdas!», les espetó la mujer, a lo que ellos ni se inmutaron. La mujer, que admitió no creer en la Justicia, sufrió una fuerte crisis de ansiedad a la salida de la vista y una unidad del Samur acudió paar atenderla. «Su actitud altanera me mata», dijo.
Un caso que tambaleó la Ley del Menor
El 17 de mayo de 2003 un camionero encontraba en la cuneta de la carretera de Toledo el cuerpo semicalcinado de una mujer. Un suceso brutal cuya víctima fue Sandra Palo, una joven de 22 años y disminuida psíquica, que había salido a divertirse con sus amigos. En sus juicios los cuatro acusados –tres de ellos menores de edad– declararon haber coaccionado, violado y atropellado «unas 15 veces» a la joven antes de acudir a comprar un euro de gasolina y prender fuego al cuerpo con el fin de dificultar la investigación. El caso se saldó con penas de internamiento de entre 4 y 8 años para los menores y abrió la polémica sobre la laxitud de la Ley del Menor en el caso de los delitos de sangre.
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