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Marbella

Emigrantes

La Razón La Razón

Sé lo que significa sentirse extranjero; hubo un tiempo en que fui una especie de emigrante. Como experiencia, es una faena, si bien muy enriquecedora en ciertos aspectos (se supone que fundamentalmente en el económico, pero no siempre). A casi todos nos gusta vivir en nuestra tierra de origen. Ser viajero es maravilloso. Ser emigrante, un inconveniente. Hoy en día las fronteras son cada vez más visibles. Porque son económicas, y al dinero, como al diablo, se le ve el rabo a la legua. No me parece que los seres humanos seamos particularmente racistas, sino que sentimos un íntimo pavor hacia la miseria, que puede incluso concretarse en violencia contra el extraño cuando creemos que constituye una amenaza para nuestra comodidad o seguridad. Es probable que casi toda la emigración sea producto de la legítima huida que emprendemos en nuestro afán por alejarnos cuanto antes de la carestía material, o de la represión liberticida o, lo que es peor, de ambas a la vez. El dinero no tiene color. Nadie ha protestado nunca por los asentamientos de árabes multimillonarios en Marbella. Ellos jamás necesitaron una Ley de Extranjería. No conoceríamos la «islamofobia» si todos los islamistas que recibiésemos, o de los que se contaran noticias, fuesen jeques derrochadores habituales de la Costa del Sol.
En un mundo globalizado e intercomunicado, las desigualdades se toleran cada día peor. La exposición impúdica de la riqueza ajena hiere a quien sobrevive entre la penuria. ¿Cómo no salir corriendo en busca de nuevas oportunidades? Recuerdo que hace años, en un viaje por la selva camboyana, me sorprendió la visión de un gigantesco televisor que presidía la humilde tasca de un poblado formado por chozas que apenas lograban sobresalir entre el barro. Allí, en medio de ninguna parte, también había una ventana que hablaba de otros mundos más ricos, tentadores, al alcance de la mano. Ahora que Occidente –la cuna de la libertad, el bienestar y los derechos civiles, y hasta hace poco El Dorado de la inmigración– vive un doloroso declive, ¿a dónde se dirigirán los sueños de los pobres? ¿Continuará esa tendencia que ya se ha iniciado y que está llevando a muchos españoles a convertirse en emigrantes…? ¿Qué nos deparará el futuro…? Podríamos tomar prestadas unas palabras de Richard Feynman a propósito de un debate científico; como Feynman fue uno de los grandes humanistas del siglo XX, puede que vengan a cuento: «Lo que necesitamos es imaginación, pero imaginación dentro de una terrible camisa de fuerza. Tenemos que encontrar una nueva visión del mundo que ha de estar de acuerdo con todo lo conocido, pero en desacuerdo con algunas predicciones; de otra forma, no es interesante. Y en ese desacuerdo ha de coincidir con la naturaleza. Si se encuentra cualquier otra visión del mundo acorde con todo lo hasta ahora observado pero en desacuerdo en algún otro punto, se ha hecho un gran descubrimiento. Eso es prácticamente imposible, pero no del todo...».
(Imaginación, sí. El nuevo mundo ya está aquí).