España

Ucronía indignada

La Razón
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Hoy, el socialismo español le hace guiños al famoso 15-M; y algunos del 15-M agreden a políticos no socialistas. A mitad del siglo XIX, los socialismos utopistas, como había vaticinado don Carlos Marx, parecían fracasados. Armonías, Icarias y Falansterios tenían los días contados. Saint Simon, Owen, Fourier y Cabet se quedaban sin parroquia. La gente no estaba preparada, y según Marx el comunismo necesita disciplina, ensayo y entrenamiento, una larga transición para que cale en las mentes, en los cuerpos y en los bolsillos de la gente. Eso lo sabe bien, hoy día, Hugo Chávez. Y los Castro, que llevan media centuria obligando a la plebe a un «apprenticeship» de cartilla de racionamiento. Los socialistas utópicos –entre místicos, santones y románticos– estaban convencidos de que hasta los ricos y poderosos serían más felices cambiando la mansión y el banco por el falansterio. Pero mira. Marx, mucho más práctico –o sea, materialista–, creía en poner en marcha una escuela mercantil más que en la comuna «flower power». Blanqui fue un gabacho revolucionario con gran predicamento entre los estudiantes de su tiempo. Marx criticaba a Blanqui; reprobaba sus acciones poco prácticas, su «infantilismo revolucionario». Es posible imaginar a Louis Auguste Blanqui ahora, en vez de en el Segundo Imperio, organizando la comisión de Alimentos, o la de Astrología, del 15-M. Con la misma barba, pero con rastas. Esperando que los poderosos, enternecidos e impresionados por las protestas callejeras, dimitan en bloque de todos sus asuntos dinerarios, abandonen sus negocios y cuentas corrientes (nada corrientes) y reconozcan ante el mundo que son idiotas perdidos. Pero Marx, que vio cómo La Comuna era humillada y arrasada sin misericordia por el ejército, profesaba más en la Economía que en las Barricadas. Hoy movería la cabeza con disgusto ante nuestro Blanqui contemporáneo. La hija de Marx que –para gran desazón de su padre– se casó con un encantador mulato cubano partidario de trabajar lo menos posible probablemente andaría por Sol, indignada. Allí se tropezaría con Blanqui. En la comisión de Amor, quizás. Mientras, su papá escribiría en su blog pensamientos eficientes del tipo «¡Tiemblen las clases dominadoras ante la perspectiva de la revolución económica!», y no pararía de darle la brasa a su hija por el móvil para que volviese al hogar… Antaño, el socialismo creció desganado en España. Aquí molaba más Bakunin, un ruso colectivista y un poco masón partidario del pánico social, los atentados violentos y cierto terrorismo «misterioso» muy a la moda. Bakunin terminó retirándose a Suiza, como todo buen revolucionario, o millonario. En España, lo irónico es que la mayoría de las reformas «sociales» de la época las puso en marcha el partido conservador. El socialismo forense-parlamentario que practicaban los pocos diputados socialistas del XIX se dejó seducir por el anarquismo, mucho más popular… Hoy, el socialismo español le hace guiños al famoso 15-M; y algunos del 15-M agreden a políticos no socialistas. Pero en el siglo XXI, a diferencia del XIX, no hay líderes, sólo cabecillas antisistema. (Por cierto, ¿dónde está Rubalcaba? No me digan que a la cabeza de la «manifa» consuetudinaria…).