Estreno

«Mátalos suavemente»: Una bala en la recámara

Director: Andrew Dominik, según la novela de George V. Higgins. Intérpretes:Brad Pitt, Richard Jenkins, Scott McNairy, James Gandolfini. EE UU, 2012. Duración: 104 minutos. Thriller.

«Mátalos suavemente»: Una bala en la recámara
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No debe extrañarnos que una película de gangsters de poca monta, un «neonoir» digresivo y verborreico situado en una América entendida como suma de no-lugares en plena campaña electoral de 2008, sea puro cine político. El cine negro nació con esa intención: reflejar la amoralidad provocada por una crisis económica que dejó en los huesos al país de las segundas oportunidades. Lo que sí ha cambiado son los ejecutivos de los estudios, que confían menos en su público y se creen en el deber de subrayar el mensaje, esto es: que no hay más segundas oportunidades que el delito, la corrupción, el dinero sucio.

El peor defecto de «Mátalos suavemente» es que no tiene subtexto, todo está en la superficie. Su mejor virtud es que la superficie es brillante, entra por los ojos. Andrew Dominik sabe reflotar la trivialidad ideológica del filme para sacarle provecho en el plano estético. Por ejemplo, los discursos de McCain y Obama, los debates electorales, la polifonía de eslóganes y protestas, funcionan como ruido blanco, como fondo sonoro desestabilizador. Las arritmias del relato, que surgen de la combinación entre largas escenas dialogadas y virtuosas pero breves «set pieces», son deliberadas, su único objetivo es debilitar el centro de gravedad del filme, darle un aspecto más extraño, más fragmentado, más devastado. Lo importante, nos dice Dominik, está en la cuneta del plano, en la periferia de unas mafias que funcionan como grandes corporaciones sin conocer a sus consejeros delegados.

«Mátalos suavemente» podría ser una excelente película de los Coen si se atreviera a vaciarse de contenido, si apostara por la abstracción. Está a punto de transformarse en una obra de Beckett en algunas de las conversaciones que el asesino a sueldo interpretado por Brad Pitt mantiene con un gris intermediario (Richard Jenkins) y con un sicario a un paso de la locura (James Gandolfini), tiene el perfume de la mejor ficción televisiva (la que representan «Los Soprano» y «The Wire»), pero su potencial no acaba de cuajar.