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Las fantasías de Obregón al descubierto por Jesús MARIÑAS
No tuvo horas fúnebres ni esquelas para el recuerdo aunque sí dejó huella. «Tómbola» fue la cuna, un aula magna, la madre de todas las batallas televisivas actuales donde lo que se ve y dice –a veces con escándalo y desinformación, si yo les contara...– deja en mantillas al patrón iniciado hace 15 años en Canal 9.
Era algo tan valenciano como las mascletás que ahora, cada mediodía, enardecen la antigua Plaza del Caudillo, donde los invitados de Rita Barberá se pasman con los alardes pirotécnicos. No faltaron las críticas vapuleadoras a los que formábamos parte del equipo de este espacio, cuyo nombre fue una ocurrencia de Jesús Carrascosa, el entonces director del canal autonómico. Se lo reproché durante el encuentro que tuvimos para firmar el contrato, haciéndole notar que esa denominación sonaba a concurso. «Pero funcionará, dale tiempo», me dijo sin descomponerse. Y no se equivocó, porque el programa marcó una época, unos cánones y un estilo con el que cada jueves jugábamos al «más difícil todavía». En principio nos contrataron sólo para comentar las revistas de la semana durante treinta minutos, un pasatiempo entretenido sin mayor enjundia que duró casi ocho años en medio de tormentas, polémicas, descalificaciones y también amenazas de Canal Sur, que jugaba una baza supuestamente política en nombre de la integridad. Les parecía un excesivo descaro que, precisamente, es lo que tuvo de innovador, aparte de hacerlo sin guión ni pinganillo.
Cada semana nos la veíamos ante una serie de invitados desconocidos por aquel entonces, pero que hoy copan lugares prominentes en los debates. En aquel plató tuvo lugar lo de Belén Esteban y también fueron protagonistas los rifirrafes de la familia Pajares, pistola incluida con la que se amenazó al entonces marido de Mari Cielo, al igual que el clan de matones que acompañó a una entonces nada vacilante Maruja Díaz. Fueron sonados los enfrentamientos de Carmen Ordóñez con el público que no compartía su desparpajo altivo y desafiante, al igual que los balbuceos de las por aquellos años bisoñas Nuria Bermúdez, Yola Berrocal y el iracundo padre Apeles, que no conoció mejores platós. También fue destacable la descarga afrentadora que realizó Antonio David Flores, con el que, gracias a sus declaraciones, el programa consiguió récords de hasta un 37% de audiencia. También fue curiosa la exhibición de Two Yuppa cuando decidió enseñar a apagar velones con la entrepierna.
La jornada inaugural del espacio no duró media hora, sino 120 minutos sorprendentes con la «espantá» de Chábeli Iglesias después de haber cobrado siete millones de pesetas. Tuvo un irrepetible plamarés con la Ordóñez, Carmen Martínez-Bordiú –ambas se entendían y comprendían, pues las dos eran víctimas de las circunstancias históricas–, Antonia Dell'Ate, la hoy recuperada Sofía Mazagatos –a quien le preparan encerrona con mi entrañable Chelo García Cortés– y un Jorge Juste que por aquel entonces revoloteaba entre Bárbara Rey y la Obregón.
Ahora, Ana provoca carcajadas con su deformada autobiografía en la que encontrar cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. O, al menos, esto es lo que me señala risueño Julio Ayesa, que narra con pelos y señales lo que realmente sucedió. Pero ya les contaré otro día...
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