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Botox contra las arrugas de la vejiga

Inyectar toxina botulínica, a dosis bajas, directamente en este órgano hace que, al igual que el rostro, se relaje y «alise», lo que evita escapes de orina en personas con incontinencia de urgencia o hiperplasia prostática 

La Razón
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No hay arruga que se resista a la toxina botulínica, más conocida comercialmente como «Bótox». Adiós patas de gallo, arrugas del cuello, de los labios... Y de la vejiga. Los órganos más internos se suman a la moda de esa sustancia. Obvio que en estos casos la estética no es el motivo, pero sí la salud. Porque gracias a una inyección de este «borrador» químico, las personas que sufren problemas de incontinencia pueden ver mejorada su calidad de vida.
«En los individuos que sufren este incontinencia de urgencia el músculo de la vejiga se contrae de forma espontánea y produce el escape de la orina, lo que hace que tengan que ir al baño cada media hora o que se tengan que levantar por la noche unas cinco o seis veces para ir al baño», explica el urólogo Juan Carlos Ruiz de la Roja, director del Instituto Urológico Madrileño. Según el especialista, «si inyectamos la toxina botulínica logramos que el músculo se relaje, al igual que ocurre con las arrugas de la cara, y evitamos la contracción y el escape de la orina». La dosis, según los expertos oscila entre las 100 y las 200 unidades, según el afectado, diluidas en 10 decímetros cúbicos de suero fisiológico. «Se realizan 20 pinchazos en la vejiga previa anestesia local y una pequeña sedación del paciente. El efecto es inmediato y la sensación de urgencia desaparece. Además, a la hora de la intervención puede irse a casa», aclara Ruiz de la Roja.

A largo plazo
La duración del efecto oscila entre nueve y 12 meses y puede repetirse si fuera necesario. Aunque «en estos casos las dosis suelen ser algo más bajas». Y la Sanidad Pública, añade el director del Instituto Urológico Madrileño, «cubre la intervención».
Otra área en la que reporta grandes beneficios es en la próstata, una glándula que con frecuencia se agranda en los hombres a medida que envejecen. Es lo que se denomina hiperplasia prostática benigna (HPB). Y según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pittsburg (Pensilvania) y de la Universidad Chang Gung (Taiwán), una inyección en esta zona mejora la calidad de vida de los afectados. Michael Chancellor, profesor de Urología de la Universidad de Pittsburgh y autor principal de la investigación, explicó que «la reducción de la próstata mejora el flujo urinario y disminuye los residuos de orina en la vejiga».
Los participantes en el estudio clínico tenían entre 49 y 79 años y sufrían severos síntomas de HPB que no remitían con la medicación tradicional. Al inyectarles la toxina directamente en la glándula prostática, un 73 por ciento de los pacientes mostró una gran mejoría de los problemas del conducto urinario, añadió el científico Yao-Chi Chuang, coautor de la investigación. Y lo mejor de todo es que no sufrieron efectos secundarios, como incontinencia o disfunción eréctil.
Otro perfil de personas que puede beneficiarse de este tratamiento son las parapléjicas, ya que «su vejiga está más contraída y es de pequeña capacidad, y gracias a la inyección se distiende», matiza Ruiz de la Roja. Otro grupo son los pacientes que sufren esclerosis múltiple. Respecto a la edad, si se tiene en cuenta que «el desarrollo de la vejiga es completo a los 16 años», no sería un obstáculo para los afectados más jóvenes.