Nairobi

Sangre de fanáticos por Manuel Coma

La Razón
La RazónLa Razón

La noticia parece salida de otros mundos, de otras épocas, sólo que es muy de nuestro tiempo que nos enteremos con casi simultaniedad –hoy día denominada «tiempo real», quizás para compensar la extraña sensación que produce– de cosas terribles que suceden en rincones casi ignorados del mundo. Pero puede que sea más bien la apática y correosa indiferencia de nuestra civilización la que nos saca del tiempo y nos hace levitar un poco por encima del mundo, al menos de ese mundo en el que pervive Al Qaeda y sus sacros asesinos y suicidas. Cuando tropas keniatas entraron hace meses en ese territorio vecino, que no país, llamado Somalia, para poner un poco de orden, los fanáticos islamistas de Al Shabab –otra franquicia africana de los herederos de Osama Bin Laden, que en las profundidades del mar siga–, permitieron derribar los rascacielos de Nairobi.

Aviones y edificios altos parecen resultarles símbolos insultantes de la modernidad. En esta ocasión, han tenido que contentarse «modestamente» con masacrar a decenas de asistentes a un par de iglesitas cristianas próximas a la desolada frontera con su país, protestante y católico. Presumen de mártires y no tienen ningún reparo en crearlos.

Para redondear, digamos que también es desgarradora la noticia de que los «niños perdidos», que huyen solitos de la guerra, han vuelto a reaparecer en el castigado Sudán.

 

Manuel Coma
Presidente del Grupo de Estudios Estratégicos