Giro de Italia

París

El final de la leyenda

En la octava etapa se acabó el sue- ño del octavo Tour para Lance Armstrong. La cruda realidad apareció de golpe ante el ciclista estadounidense, que no piensa irse para casa hoy, en el primer día de descanso: «Me quedo, quiero dis- frutar de las próximas dos semanas», decía en su twitter pocas horas después de confirmarse su debacle.

El final de la leyenda
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El líder del Radioshack hace tiempo que dejó de ser invencible en las carreteras francesas. Ahora es uno más en el pelotón y le pasan las mismas cosas que al resto de los mortales. Durante siete años fue una especie de dios inmune a los problemas. Nadie ha sido capaz de ganar tantas veces seguidas la mejor carrera ciclista del mundo y, además, hacerlo con tanta superioridad y sin sufrir ni un percance. Durante su etapa gloriosa los que se caían eran los demás. Sus rivales se salían en una curva y probaban la dureza del asfalto o de los campos de cultivo galos, mientras él era capaz de librarse para después encender el «molinillo» camino de París. Las cosas son hoy muy distintas para Lance, que anunció que éste sería su último Tour antes de saber lo que le esperaba. Pinchó en el pavés, algo a lo que tampoco esta- ba acostumbrado y ayer lo primero que hizo fue caerse junto a Cadel Evans. Pero eso no fue lo peor. En la ascensión a La Ramaz su leyenda empezó a terminarse y comenzó su calvario. Perdió contacto con el grupo principal mientras su cara lo decía todo. Las gafas de sol no eran lo suficientemente grandes para esconder lo que decía su rostro: que el calor estaba siendo demasiado para su castigado organismo. Contador puso a tirar entonces a sus compañeros para que la rendición fuese definitiva, pero no hacía mucha falta. El estadounidense se derretía él solito. No podía seguir ni el ritmo que le marcaban algunos de sus gregarios. El panorama sólo podía empeorar y lo hizo ca- mino de la cima de Morzine. Una cima mítica por muchas cosas a la que habrá que unir los 11 minutos y 45 segundos que se dejó Lance ayer. «He tenido un muy, muy, muy mal día. Las esperanzas de conseguir mi octavo Tour han terminado. Con tan mala suerte no puedo hacer mucho más. Intentaré ayudar a mi equipo, disfrutar y ganar alguna etapa». El antiguo Lance no habría sido tan elocuente tras una jornada tan dura. El de ahora, el viejo, no es tan fiero, es un señor amable.