Irán
La libertad contra el fanatismo por César Vidal
La intervención de Benjamin Netanyahu ante las Naciones Unidas era esperada con la lógica expectación tras el llamamiento realizado hace apenas unos días al pueblo norteamericano solicitando su ayuda frente a la amenaza que representa la dictadura islámica de Irán. Con todo, debe decirse que Netanyahu resultó mucho más elocuente y, sobre todo, persuasivo de lo que hubiera podido esperarse. Con un inglés cargado con un fuerte acento que lo hacía parecer incluso rudimentario y desprovisto de las cualidades de un gran orador, Netanyahu comenzó su discurso desgranando lo que había sido la trayectoria del pueblo judío, ligado desde hacía milenios a la tierra de Israel y que con la creación del Estado había consumado una esperanza de siglos tras la trágica experiencia del Holocausto. También señaló cómo Israel es una democracia –a decir verdad, la única de Oriente Medio– que ha sabido desarrollar un extraordinario «know-how», que conoce lo que son las libertades, que goza de un sistema democrático y que ha contribuido al desarrollo internacional recibiendo incluso varios premios Nobel. Fruto de «la creatividad y la compasión» de Israel es que es una nación que acude siempre donde se produce una catástrofe, ya sea en Japón o en Indonesia y que dispensa una igualdad de trato para todos. Netanyahu recordó cómo el año pasado había perdido a su padre y a su suegro y cómo en el mismo hospital donde los habían atendido, médicos israelíes dispensaban cuidados con regularidad a musulmanes palestinos. Desde esa posición, Israel podía recordar que había zanjado sus contenciosos con Egipto y Jordania y que estaba dispuesta también a hacerlo con los palestinos. Netanyahu señaló su esperanza de que un «Estado palestino desmilitarizado» pudiera un día reconocer a «un Estado judío único, el Estado de Israel». Pero si hasta ese punto el discurso del primer ministro israelí resultó un tanto convencional, alcanzó una enorme altura moral y política al señalar cómo el mayor peligro con el que se enfrenta la comunidad internacional es una dictadura islámica con armamento nuclear. Netanyahu insistió en que en el enfrentamiento entre la libertad y la oscuridad que significaba el fanatismo islámico no se discutía quién obtendría la victoria, si no el número de víctimas que exigiría. La dictadura islámica, señaló acertadamente Netanyahu, no sólo no puede compararse con la Unión Soviética – que siempre antepuso el deseo de supervivencia a la ideología –, ya que incluso sus dirigentes moderados, como Rafsanjani, han señalado que no tienen temor alguno a un holocausto nuclear. Por eso, si Irán consigue el arma nuclear no existirá seguridad para nadie en Europa y América. Netanyahu recapituló la triste realidad de que siete años de presiones diplomáticas no habían impedido que Irán siguiera avanzando en sus propósitos y realizó un llamamiento a la comunidad internacional para que trazara una «línea roja» que frenara los propósitos del régimen de los ayatolás. Esa «línea roja» que Irán no podría pasar sería precisamente la garantía de que no tuviera lugar el estallido de un nuevo conflicto en el que la supremacía islámica causara innumerables víctimas.
Sin duda, habrá quien acusará a Netanyahu de dramatizar e incluso de belicista. Lo cierto es que, sin ningún género de dudas, su exposición fue contundente, clara y veraz y, sobre todo, puso el dedo en la llaga de un peligro real para la paz, la seguridad y la libertad mundiales. Sólo hay una objeción que oponerle y es la de si no fue muy optimista en cuanto al resultado final del conflicto que enfrenta, la libertad con la oscuridad del fanatismo islámico.
✕
Accede a tu cuenta para comentar