Barcelona
Manuel Jesús «El Cid»: «Mi próxima encerrona será en la plaza de Madrid»
Reencuentro con «victorinos» en Bilbao tras matar seis en 2007
Cual ave fénix, Manuel Jesús «El Cid» ha resurgido de sus cenizas. Baches artísticos, tizona roma, cogidas, reveses familiares… Inventario de bofetadas que el de Salteras ha encajado y superado con la sencillez que siempre le caracterizó. Torero caro con la humildad del imberbe que se pone por primera vez delante de una vaca. Su zurda, probablemente la más almibarada del escalafón, es de nuevo una delicatessen para el aficionado. Y es que como él mismo dice, El Cid, «por mucho que lo quieran enterrar», siempre vuelve, aunque sea después de muerto. Así, reza también la leyenda.
–Llega a Bilbao en plena forma. ¿Se está viendo de nuevo al mejor Cid?
–Sí. Estoy en una línea muy buena, disfrutando y cuajando toros casi a diario. Los triunfos están llegando. El martes en San Sebastián corté otra oreja de peso y ahora llega otro compromiso fuerte en Bilbao, además con la de Victorino Martín. Regreso tras la encerrona, esperemos seguir la racha y dar una buena tarde de toros.
–Curiosamente este año llega al Bocho en la cima de la montaña rusa, pero en 2009 aquí tocó fondo.
–Son temporadas completamente distintas. Estoy en un momento de mi carrera importante. La técnica no me limita como cuando estaba mal y me siento cada vez más maduro en el ruedo: entiendo mejor los toros, las distancias, los terrenos, la altura... Noto ese poso y esa pureza que, en esta profesión, sólo te dan los años.
–Qué distinto suena a esa etapa de sombras. Parece la noche y el día.
–Ya lo creo. Al final del año pasado ocurrió de todo, cuando remontaba, vino la cornada en el pulmón de Navalcarnero y tuve que cortar la temporada. Tres meses dan para mucho. Ahí empecé a recapacitar. El inicio de curso tampoco fue como hubiera querido, lo asumo. Surgieron problemas personales, mi padre estaba mal y me afectó. Hasta que superé su fallecimiento, pasé momentos muy malos. Vestirme de torero suponía un esfuerzo, pero con su espiritu ayudándome, estoy enderezando el rumbo.
–Su pérdida, lejos de ser un mazazo le ha hecho crecerse.
–Es un homenaje hacia él, hago de tripas corazón, porque le gustaría verme así. Aunque en cuerpo no esté conmigo, le percibo muy cerca cada paseíllo. Ha sido un orgullo como padre. Es mi mejor dedicatoria para él y todo el que ha creído en mí. Algunos pensaban que El Cid estaba acabado y otros seguían dando su aliento. Va por ellos.
–Sevilla pasó en blanco y aparece Madrid. Pero, surge un Madrid distinto, el binomio Cid-San Isidro se resquebraja las dos primeras tardes, pero revienta en la sustitución.
–No salieron como el resto de años. He dependido y dependo mucho de Sevilla y Madrid. Cuando me ofrecieron la sustitución, lo fácil era decir que no. ¿Para qué meterme en un tercer berenjenal? Pero, aposté, di la dimensión que tenía que haber dado antes y la afición se volcó conmigo como siempre lo ha hecho.
–¿Y si llaman al Cid para Otoño...?
–Pues tiramos para delante. No hay nada concretado, pero todo es sentarnos a hablar, porque El Cid nunca volverá la cara a Madrid.
–Sevilla, Bilbao, la encerrona en Las Ventas también la ha meditado.
–Y la sigo meditando. No ha aparecido el momento, pero tengo muy claro que mi próxima encerrona con seis toros será en Madrid. Seguro. Sólo hay que meditar lo profesional y lo artístico para, como en las anteriores, ir a triunfo cantado.
–En julio, Barcelona, faenón días antes de la votación. ¿Su mejor tarde esta campaña?
–Si no la que más, sí una de las imprescindibles, por el día que era y los sentimientos que viví. De ahí, las cosas han rodado. Da rabia, que cierren un coso como La Monumental para que una minoría se salga con la suya. Culpan a los animalistas, pero todo es político. Lo que huele a Epaña, no les gusta. ¿Es que un toro con dos antorchas en los pitones no sufre?
–En Vinaroz, estuvo más humano que torero con un niño catalán.
–Le di capotes, muletas... Aproveché que toreaba allí cerca e invité a la familia, le brindé un toro. Este año lo llevaré al campo para que toree sus primeras becerras. Demuestra que en Cataluña hay afición.
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