Afganistán
Dos países un problema un «pacificador»
El general Petraeus aplica en Asia Central el método que le permitió reducir los atentados en Irak. El objetivo es garantizar los comicios de septiembre
Islamabad- Si el plan funcionó en Irak, ¿por qué no va a funcionar en Afganistán? Quizás eso es lo que pensó el general David Petraeus cuando el presidente Obama le adjudicó el mando de las fuerzas aliadas en el avispero de Asia Central. Y se puso manos a la obra. Aunque pueda parecer una broma, Petraeus no tardó mucho en publicar su primer manual del «buen soldado» para Afganistán. Esta guía de «contrainsurgencia» ya ha sido enviada a las tropas extranjeras, y a partir de ahora los militares deberán seguir las 24 normas dictadas en el «manual de Petraeus».
El jefe de las fuerzas de la OTAN en Afganistán pide a sus soldados, pertrechados con cascos de kevlar, chalecos antibalas y ametralladoras, que dejen de patrullar en vehículos blindados con inhibidores de frecuencia y que vayan caminando. Cuesta imaginar a un grupo de militares extranjeros deambulando por las calles abigarradas y estrechas de Kandahar, entre las miradas de aprensión de los locales.
Así es como el «juicioso» general quiere que sus hombres se ganen la confianza de los afganos: «Hablad con ellos, preguntadles cosas y sabed de sus vidas. Preguntad sobre dinámicas sociales, fricciones, historias locales y agravios. Escuchad lo que dicen». Pero Petraeus ha obviado un «pequeño» pero muy importante detalle: que la mayoría de los afganos sólo hablan dari, pastún o farsi y que en las regiones del sur, de mayoría pastún, los aldeanos son tan desconfiados que sólo hablan con los miembros de su propia tribu.
El alto mando de la OTAN asegura que para cumplir los objetivos de su misión –servir al pueblo afgano y aportar seguridad– «posicionaremos nuestras bases y puestos de combate lo más próximo de aquellos a los que estamos sirviendo».
Desde luego, este planteamiento servirá para crear más problemas y puede acabar causando más muertes entre la población, pues los talibán tendrán más a mano sus blanco de ataque. La idea contradice, al menos tal como se ha planteado, el propio principio de Petraeus de reducir las bajas civiles al «mínimo absoluto».
Sobre el modelo a seguir para combatir a la insurgencia talibán, el general estadounidense establece que «hay que perseguirlos sin descanso», en lucha «dura» y «disciplinada», de forma que se actúe no contra individuos, sino «contra toda la red». El general pide a sus hombres que «sean más astutos» que los talibanes para aprender y adaptarse más rápido que ellos. Petraeus insta también a los soldados a que ayuden a «afrontar la cultura de la impunidad» y a «construir un Gobierno responsable», identificando funcionarios corruptos y vigilando en qué manos cae el dinero.
De hacerse así, Afganistán podrá celebrar, sin incidentes, las elecciones parlamentarias previstas para septiembre. Las presidenciales de 2009, en las que el presidente Karzai fue elegido, estuvieron bajo la sospecha –prácticamente la certeza– de que se produjo un fraude masivo en la votación. Petraeus tuvo éxito en Irak. ¿Lo tendrá en Afganistán?
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