Venezuela

Irás y no volverás

La Razón
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Hace pocos años en una prisión provincial encargaron a dos internos de confianza el encalado de las tapias exteriores. Sin custodia y armados de cubos de lechada y brocha fueron encalando durante días hasta llegar a la esquina del muro donde abandonaron sus utensilios, cruzaron de calle y aún los están buscando. Mandar a un preso que pinte la cárcel por fuera sólo se da en nuestros pagos. El infierno no está empedrado de buenas intenciones sino de garantías judiciales. La policía ha ido a buscar a su casa al carnicero etarra Antón Troitiño, donde logicamente ni está ni se le espera. La banda no vive tan debilitada como presume el Gobierno y, en cualquier caso, dispone de documentación falsa, rutas de escape, el espacio abierto europeo, aguantaderos y pisos francos. El cafre estará en Irlanda con su cofrade De Juana Chaos o en Venezuela bajo el manto de Chávez. El Centro Nacional de Inteligencia hace lo que le mandan y también aquello que no le ordenan; ¿era tan complicado tender una red sigilosa de vigilancia en torno a Troitiño teniendo en cuenta su funambulismo penitenciario? ¿Para qué?: etarras excarcelados graciosamente vacacionan en Francia o salen del país para inseminarse o cruzar a su perra. La Audiencia Nacional, que tan buenos servicios prestó en el pasado, es un corredor de injurias, maledicencias, transpapeleos, dilaciones y vanidades insatisfechas con liberaciones con freno y marcha atrás, de las de irás y no volverás. El garzonismo la ha dejado como Fukushima. No me extraña que el insustituible fiscal Luis Gordillo se haya ido harto a un bufete.