España
El 15-M y el símbolo-tótem por José Clemente
Los chicos del 15-M han salido de nuevo a la calle para conmemorar su onomástica, el primer aniversario de la «okupación» de la Puerta del Sol que derivó, como todos recordamos, en un lugar insalubre, poco recomendable para otros jóvenes y muy apartado de la utopía que decían buscar. Habría sido el primero en apuntarse a un 15-M que defendiera las libertades -colectivas o individuales-, que abriera un serio y profundo debate social y que respetase las ideas de todos, aún siendo contrarias a las del movimiento mismo. Habría sido el primero en pedir el alta al 15-M o a «Democracia Real Ya» si hubieran abominado de sus adscripciones políticas; si rechazaran que todo lo malo que le ocurre a España es culpa del centroderecha o de los liberales; si estuvieran a favor de más oportunidades para quienes más trabajan; si condenaran, rechazaran y se apartaran de la violencia como forma de expresión política; si fueran solidarios de verdad con quienes más lo necesitan y no sólo con los de su misma ideología; si fueran verdaderos demócratas y no sólo filocomunistas, anarquistas y antisistema; si no buscaran medrar como funcionarios que es lo que persigue la mayoría de ellos…
El 15-M no tiene nada que ver -por mucho que lo intenten-, con la Primavera de Praga de Vaclav Havel, ni el mayo francés de Daniel Cohn-Bendit, Marcuse o Sartre, ni las revueltas estudiantiles de la Universidad de Berkeley, ni la matanza de la Plaza de las Tres Culturas o Plaza de Tlatelolco de México, o las protestas contra la guerra de Vietnam, o el asesinato del líder negro Martín Luther King. No, nada que ver ni siquiera por equivocación. En esos movimientos, de los que dicen haber aprendido, sobraba la autenticidad, la verdad, las ansias de ser libre y el respeto a todos, cosa que no ocurre con el 15-M, plagado de medias mentiras, sueños de futuro que no se creen, ni alternativas sobre las que debatir algo mínimamente serio y creíble. Y no existen porque no las tienen, porque el 15-M en cuanto pasa de los 140 caracteres se pierde y, sobre todo, porque son «hijos de papá» bastante «pijetes» ellos que se pierden entre dos mensajes, cuatro consignas y mucho totemismo. Es el movimiento del símbolo-tótem, que como corriente cultural ya está en desuso, pero que estos «listillos» -los últimos de la clase-, acaban de descubrir como el no va más. Por eso cada vez son menos.
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