Sevilla
La mala educación
«Ea, ea, ea, Puerta se marea». Nuevo y lamentable episodio en el Calderón y reapertura del debate: cómo frenar a esta panda (mínima) de incivilizados. Se escudan tras la máscara del «hincha radical» para atacar la memoria de un jugador fallecido, sin piedad. Luego, frente al juez, sí harían uso de una herramienta democrática como es la libertad de expresión. En 2010, el Gobierno de Zapatero propuso que cada club tuviera un registro de seguidores para vetar a los grupos violentos, pero cómo reprobar una conducta verbal si ésta está protegida. ¿Dónde está el límite? ¿En el grado de saña? ¿Habría que pedir una revisión del reglamento? Sería recomendable cuando salta a la vista que el Frente Atlético recicla crueldad y malas formas. Nadie ha olvidado el «illa, illa, illa, Juanito hecho papilla» o los absurdos cánticos contra Zabaleta o Mijatovic: «Pedja, tu hijo va a morir». Una idea, frente al amiguismo entre radicales y presidentes, la intolerancia de la grada que sí ama el fútbol. Si a los gritos de 300 desalmados le siguieran pitidos y abucheos de 40.000 futboleros indignados, quizá los radicales empezarían a plantearse la palabra moderación.
De todas formas, no fue el único incidente deplorable de la jornada. En el choque entre Betis y Levante, una parte de la afición verdiblanca cargó contra Juanlu cuando éste hizo el gol de la victoria valenciana. «Juanlu, muérete». Un clásico.
La Comisión Nacional Antiviolencia penaliza los cánticos racistas y xenófobos del tipo: «Roberto Carlos, puto chimpancé». Otros, como los escuchados este fin de semana, no. Sin embargo, pueden llegar a ser sancionados si el árbitro del encuentro los hace constar en acta. En el partido entre Atlético y Sevilla, Undiano Mallenco no sólo se comió un penalti a favor de los locales, además marcó en su libreta: «Público normal».
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