Santo Domingo
Otra vez las bandas latinas
Los menores han vuelto en grupo a tomar posesión de Puerto Rubio, de la Plaza Vieja y del bulevar en Puente de Vallecas, Madrid, pero podría ser cualquier rincón público de España. Componentes de bandas latinas –trinitarios, Latin's Kings, Ñetas, DDP– pululan por allí estableciendo sus reglas. Vuelve a Madrid la presión de las pequeñas mafias latinas que nunca se fueron. Se apagaron pero han reverdecido ante las propias narices de las autoridades. Son grupos que se reparten el territorio y que exigen el pago por protección o la extorsión por utilizar las instalaciones de todos: el parque o la cancha de baloncesto. En las papeleras de la ciudad se guardan los cuchillos de monte temblado bajo los papeles arrugados. Y las pistolas detonadoras que los latinos han aprendido a recuperar. Hierro dulce que puede explotar al tercer disparo. Una de esas pistolas de juguete mató de dos tiros a Smith (que se llama Jorge), un español dominicano, de Zaragoza, de 16 años, que estaba sentado en un banco con su novia, ecuatoriana, de 17.
Los centauros, a lomos de sus motos, capturaron siete jóvenes para la ley del menor y la Policía Municipal, otros tres. Presuntamente son chicos relacionados con el conflicto. Allí mismo hace sólo unos meses un DDP (Dominican Don't Play) sufrió la mutilación de un brazo a manos supuestamente de un trinitario que manejaba uno de esos machetes para abrirte paso en la selva. Un camarero rumano recogió la extremidad amputada y la metió con el hielo del congelador, con tanto acierto que los doctores pudieron reimplantarle el brazo al DDP.
La muerte de Smith es un misterio. Tal vez lo mataron en una de esas ceremonias para entrar en la banda que obliga al neófito a matar o violar para hacer mérito. O quizá fue un acto de venganza. O parte de un largo enfrentamiento entre dos grupos rivales. Los niños malos de este territorio no estudian ni trabajan, sino que van de acá para allá, mientras la ley del menor sólo previene entregarlos a sus padres, que ya los tienen sin saber qué hacer con ellos. De los diez detenidos hay tres inimputables, por debajo de los catorce años, cosa que ellos ya saben de corrido, así que cuando ven un policía silban o flipan. O las dos cosas.
En Puerto Rubio, si estás sentado con tu novia en un banco puede venir un colega y obligarte a gritar: «¡Arriba la patria!», como antes. En este caso se refiere a Santo Domingo, pero la patria es la patria en cualquier parte. Y si no te sale del bul, presto te abocan la pistola de juguete que han transformado en mortal. Eso a la misma puerta de la Junta Municipal del Puente de Vallecas.
La tragedia de los familiares de Smith es que quieren devolver su cuerpo a la República Dominicana y eso les cuesta 5.000 euros. Primero lo trajeron vivo, por mucho menos, y ahora los arruinan la desgracia, la falta de adaptación a la vida europea, la crisis del desempleo y el despiste de la casta política. Entre los sospechosos hay otro niño nacido en España: los tentáculos de la inadaptación se extienden y aclimatan.
En España íbamos por el buen camino: desprecio de la literatura de las bandas, cero reconocimiento de las maras, y absoluto respeto a las reglas. La primera regla: que al país donde fueres, haz lo que vieres; y respeta sus leyes. Aquí la calle es de todos. El sentimiento de pertenencia es aquello de James Dean: rebelde sin causa. Trabajo y deporte para todos.
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