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Seúl tiende la mano a Pyongyang

El líder surcoreano confía en que la muerte de Kim inicie una «nueva era»

Seúl tiende la mano a Pyongyang
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PEKÍN- El Gobierno surcoreano continúa mandando mensajes apaciguadores a Corea del Norte y al nuevo «líder supremo» de su comunismo hereditario, Kim Jong Un. En su mensaje de Año Nuevo, el presidente Lee Myung Bak sugirió ayer que la muerte de Kim Jong Il y la transición en la que se ha embarcado el régimen podrían aprovecharse para iniciar una «nueva era» más pacífica. Al mismo tiempo, ofreció ayuda económica a cambio de volver a la mesa de negociaciones para el desarme nuclear. «Sería posible trabajar juntos y empezar una nueva era. Con grandes cambios como éste [la muerte de Kim Jong Il], siempre surgen nuevas oportunidades», dijo.
Parece que, con la mira puesta en las elecciones legislativas y presidenciales, Seúl quiere aliviar la tensión que se ha venido acumulando en los últimos años alrededor de la frontera más militarizada del mundo. Recordemos que Lee llegó al poder en 2007 con un programa electoral que prometía «mano dura» frente a Corea del Norte. Su ascensión coincidió con las pruebas nucleares y la enfermedad de Kim.
Por una combinación de todos estos factores, se frenó abruptamente el proceso de deshielo iniciado años atrás y se devolvió la península a los años de la Guerra Fría. El clímax se alcanzó en 2010, cuando hubo decenas de bajas militares y civiles en Corea del Sur por primera vez en años (el hundimiento de la corbeta «Cheonan» en marzo y el bombardeo de la isla de Yongpyong en noviembre). Los surcoreanos, demasiado ocupados haciendo prosperar un país que ya es uno de los más modernos y competitivos del mundo, han demostrado que no quieren dejarse arrastrar por la retórica agresiva de sus «hermanos» del norte.
Fiel a ese desinterés por los tambores de guerra, Seúl suele responder a las provocaciones de Pyongyang sin estridencia, centrando en el plano económico y diplomático su desafío: cerrando el grifo de la cooperación económica y de las ayudas humanitarias, además de estrechar su alianza con Estados Unidos en las negociaciones por el desarme nuclear. Tras la muerte de Kim Jong Il, Lee parece dispuesto a relajar su postura. Los analistas creen que tiene dos motivaciones. En primer lugar estaría buscando generar un clima optimista para llegar más cómodo a las legislativas de abril y a las presidenciales de diciembre. Además, sus mensajes entran en sintonía con la estrategia marcada por los vecinos de Extremo Oriente y bendecida por Washington, según la cual la prioridad absoluta es evitar que el régimen norcoreano se derrumbe o se desangre en luchas de poder, el escenario más impredecible y peligroso.
Al otro lado de la frontera, el régimen norcoreano demuestra que todo sigue igual. Incluida esa retórica belicista propia de un país técnicamente en guerra desde 1950. Así, y además de pedir que el Ejército y el pueblo se conviertan en «escudos humanos» para proteger a Kim Jong Un, la propaganda ha repetido las clásicas amenazas, exigiendo que Lee se «arrodille y pida perdón» y utilizando otras expresiones que, por repetitivas, ya no asustan a nadie. Pese a todo, algunos expertos quisieron ver dos novedades en el discurso de Año Nuevo de Pyongyang. La primera de ellas es que no se atacó a EE UU, algo que se interpreta como un deseo de volver a la mesa de negociaciones para acabar con el programa nuclear. El segundo signo de cambio sería la mano tendida a Seúl para revitalizar la cooperación económica.
Sea como fuere, la reunificación entre las dos Coreas sigue quedando muy lejos y no sólo por culpa de la dinastía Kim y su comunismo hereditario. Aunque está siempre en boca de sus políticos e incluso existe un ministerio dedicado a ello, la mayor parte de los surcoreanos se niega a asumir el coste de la operación. Según sondeos recientes, cerca del 80% no querrían dar «por ahora» el paso hacia el Estado único y prefieren esperar a que las dos economías converjan. Algo que puede que no ocurra nunca, ya que Corea del Norte es 20 veces más pobre que Corea del Sur.


Sesenta años en estado de guerra
1. Sin Tratado de paz
Aunque en 1953 entró en vigor un alto el fuego que puso fin al conflicto bélico, ninguno de los dos países ha firmado el tratado de paz, por lo que continúan teóricamente en guerra.
2. Inicio del deshielo
En los noventa, la Península coreana asiste a un proceso de acercamiento. El presidente surcoreano, Kim Dae Jung, visita el Norte como gesto de buena voluntad hacia su vecino.
3. Nuevo alejamiento
El belicismo mostrado por Pyongyang con el lanzamiento de misiles y su programa nuclear han vuelto alejar a los dos países durante los últimos años.