Artistas

Una Popea de armas tomar

Danielle de Niese llega al Real con la obra que cierra la trilogía de Monteverdi

La soprano en el ensayo del montaje
La soprano en el ensayo del montajelarazon

Todos los parabienes del equipo que capitanean Pier Luigi Pizzi y William Christie fueron para Antonio Moral, director artístico del Teatro Real. A ellos se debe la trilogía de Monteverdi ( que arrancó con «L'Orfeo» y continuó con «Il ritorno d'Ullise in patria»), que el coliseo ha subido a escena por primera vez y cuya última obra se verá el domingo. Sin embargo, todas las miradas se posaron en Danielle de Niese, con un traje muy colorido de tirantes y subida en unos taconazos ante cuya altura se cruzaban ayer apuestas: entre 12 y 15 centímetros podrían tener. Sea como fuera, la soprano llegó, cautivó y recibió los más encendidos piropos del encuentro. Pizzi la definió como «un animal de escena, una mujer que controla todo» y que se calza la piel del personaje como si de un guante se tratara. Ella escuchaba atenta y repartía sonrisas con una elegancia que solamente saben lucir las grandes divas.Pasiones desatadas Esta nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Teatro La Fenice de Venecia, estará en escena entre los días 16 y 28 de mayo. Muestra el enfrentamiento dialéctico entre Virtud y Fortuna. Escrita cuando Monteverdi tenía 75 años, es la primera en la que abandona los temas mitológicos y aborda un drama lleno de pasiones y luchas por el poder. El compositor prescinde en esta obra del coro, las danzas y opta por una exaltación de la melodía.«Es una mezcla perfecta de palabra y música», dijo Pier Luigi Pizzi, quien calificó de «maravillosa aventura que termina», el montaje de esta trilogía, que lleva en escena del coliseo madrileño desde 2008 (todas contarán con su edición en DVD). Con L'Orfeo, «génesis de esta trilogía y de la ópera misma», como recordó, se llegó al Ulises, «que es ya otra cosa». En Poppea queda patente el «sello personal» de Monteverdi pese a que «no sea del todo suya». A su búsqueda de lo épico y lo poético, Pizzi suma en esta ópera «la búsqueda de la belleza en el cromatismo». «Es también una obra pictórica, porque regala colores diferentes en cada momento musical»,dijo. También destacó que estrenar Poppea era «algo maravilloso y triste» al mismo tiempo, ya que concluye la trilogía. «Es una de las mejores óperas que he conocido», subrayó el director musical, que calificó de «verdaderos monstruos sagrados del mundo de la música» a los cantantes principales.«Sangre y emoción»En el caso de la soprano Danielle De Niese (por primera vez en el Real), que encarna a Poppea, Pizzi señaló que es «una animal de escena» que «controla todo». «Absorbe las experiencias y las hace suyas», señaló. La soprano, por su parte, quiso dar las gracias a Christie, su mentor, y a Pizzi, «un escenógrafo que aprecia el arte en todo lo que hace». De Niese forma «la pareja ideal» junto a Philippe Jaroussky (Nerone). «Sangre y emoción no se han perdido en todo el montaje», precisó Pizzi. De Anna Bonitatibus (Ottavia) destacó que es una cantante «extraordinaria, llena de rigor», que une su arte al de Max Emanuel Cencic (Ottone). Otras de las voces que destacan en el reparto son las de José Lemos, Terry Wey o Robert Burt. Sabina Popea fue una de las más célebres cortesanas de la antigüedad. Su libertinaje y libidinosidad fueron tan legendarias como su ambición, que la llevaría a un desgraciado final. Pero Monteverdi se limita a relatar su ascensión al trono imperial para lo cual traicionará no sólo a su amante Ottone sino también a Séneca preceptor del joven emperador.

Un maestro de las telasEs refinado en sus ademanes y posee una elegancia que se nota hasta en el mínimo gesto, hasta cuando se retira las gafas oscuras poco antes de que comience el encuentro con la Prensa. Sus puestas en escena concitan una legión de adeptos y sabe que donde pone la regia todo funciona. Quienes le conocen bien no dudan en afirmar que el tratamiento que hace de las telas el maestro Pier Luigi Pizzi es único: él sabe de caídas, de vuelos, de satenes y de colores. En «La pietra del paragone» quiso recrear su propia casa, una bellísima mansión con amplios ventanales a través de cuyos cristales se observaba la evolución de los personajes, y que tenía un aire a lo Alvar Aalto. Hasta en el escenario montó una piscina de buenas dimensiones. Quería el veterano Pizzi que todo (y todo era todo) fuera tal cual. Y lo fue, querido maestro. todo (y todo era todo) fuera