Estreno

Días de mesa y mantel por Santiago SEGURA

La Razón
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En la distancia corta era igual de gracioso, simpático y entrañable que en sus películas, que son joyas que ya forman su legado, como «Los tramposos», de Lazaga, mi favorita, desternillante. La verdad es que, aunque parezca mentira, resulta imposible encontrar un filme en el que no estuviera bien. Las comedias de los 70 y los 80, en las que formaba pareja con Juanito Navarro, eran graciosísimas. Porque poseía un humor surrealista, del absurdo, con reminiscencias de Tono, Mihura y Jardiel, que dominaba y que no resultaba ni mordaz ni cabrón, sino blanco. Antonio era buena gente, afable, jamás le escuché una mala crítica de nadie, nunca, legado que ha transmitido y deja a su hija Emma, que es igualita que él, con una vis cómica genial. El otro día, precisamente, pensaba en esos cómicos entrañables y en los herederos que podrían tener hoy. Pocos nombres me venían a la cabeza... Por ejemplo, el de Javier Cámara. No obstante, cada época tendrá sus cómicos, esas gentes insustituibles, como era él, que nos alivien y que nos provoquen la sonrisa. La suya es la generación de cómicos que echaban los dientes en el teatro. Empezó de galán joven y de ahí supo chupar de las tablas. Lo de Antonio era diferente, rompió el molde. Me quedo con la espinita de haber querido trabajar con él –me hubiese encantado–, aunque, afortunadamente, compartimos mesa y mantel. Eso me queda. Cada vez que rodaba un «Torrente» me decía: «¿qué papel le puedo ofrecer»? Estoy seguro de que hubiera hecho dramas acojonantes.Pertenecía a esa generación de cómicos que eran bastante superiores a las películas en las que trabajaban, como es el caso, también, de López Vázquez, quizá porque los actores españoles no pueden permitirse elegir. Brillaba por encima de sus proyectos. Algunas de las veces que nos vimos me habló de unas cintas que tenía grabadas con su hermano José Luis, Peliche, y en las que hablaban de sus cosas, con ese lenguaje a lo Ozores. Cuando le preguntaba que si sabía dónde andarían, me respondía, sin darle la menor importancia: «En algún sitio andarán». A quien te hace reír le recuerdas de una manera epecial. Y así lo haré yo con Antonio.

Santiago SEGURA