Murcia

Imagen doble

La Razón
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Una de las imágenes que más llaman la atención de todas las que se han ofrecido de la captura y muerte de Gadafi es la que muestra el cadáver del dictador, tendido sobre una sábana, con restos de sangre y rodeado de curiosos que graban y fotografían el cuerpo con teléfonos móviles. En nuestro imaginario, construido a través de representaciones previas, esta imagen nos recuerda a «La lección de anatomía del Doctor Tulp», de Rembrandt, con el cuerpo en el centro y los estudiantes a su alrededor. Sin embargo, lo que en Rembrandt era palabra, aquí se convierte en mera comunicación a través de la imagen.

El móvil de los que rodean el cadáver es el que habla con las imágenes. Ya no hace falta decir nada. Ahora una imagen vale más que mil palabras. Es un gesto instintivo de los tiempos que corren, una manera de decir «yo estuve ahí», «yo vi a Gadafi muerto». Ya no soy yo el que mira, ni siquiera el que recuerda. Es la máquina la que lo hace por mí. Y sobre todo la que lo cuenta por mí. Porque lo importante no es solo la constatación de la muerte, sino la transmisión de ésta. Las cosas ya no se cuentan sino que se vuelven a ver.

Lo curioso es que en la imagen que ha circulado en los medios no sólo se vea la imagen del cadáver, sino también la imagen de ese mismo cuerpo reflejada en los teléfonos móviles. De esta manera, queda patente que lo que nosotros vemos es una imagen como aquella que aparece en los móviles de los testigos reales. Y al final, esta entrada en escena del aparato de la representación hace que lo que vemos no sea una imagen de la realidad, sino más bien, como en Las Meninas, la imagen de una imagen.