Ley electoral

Mayoría parlamentaria

La Razón
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La aprobación ayer en el Congreso de la Reforma Constitucional escenificó varias realidades que suelen pasar desapercibidas por intereses partidistas. La primera y más evidente: que los asuntos importantes que se tratan en la Cámara deben ser aprobados por una mayoría superior a la simple pues, en caso contrario, las minorías parlamentarias imponen sus exigencias a uno de los dos grandes partidos; al que gobierne en ese momento. Y a eso se le podría calificar de «democracia chantajista». Otra realidad evidenciada fue que la unión de los dos grandes partidos demuestra la «insignificancia» en cuanto a número de escaños, que no en cuanto a la importancia de su representación política, de nacionalistas y minorías. Esto, obviamente, no quiere decir que deban ser pasados por el rodillo de la suma de los dos partidos mayoritarios, pues sus planteamientos tienen el mismo valor que los de PSOE o PP. Pero tampoco es de recibo que su capacidad de coaccionar les permita gobernar con una representación que, en el mejor de los casos, no alcanza el 7% de la Cámara. Otra realidad escenificada ayer es que las venganzas existen y lo demostró Gaspar Llamazares cuando en el último minuto, PSOE y PP pactaron con CiU una transaccional que recogía el reconocimiento de la «capacidad» definitoria de las autonomías sobre su déficit. Pero…. Llamazares hizo uso de su «capacidad» de veto e impidió que se votara la enmienda. Era su manera de vengarse porque PSOE y PP sólo se hubieran esforzado por contentar a los catalanes. Y por último se escenificó el enfado de todas las minorías porque la reforma se la hubieran cocinado entre los dos grandes.