Santander

El amor y la nevera

La Razón
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¡Qué difícil es vivir en pareja! Es tan complicado que no se entiende muy bien que la gente se empareje, a no ser que esa manera de vivir sea una fórmula como otra cualquiera para darse calor en invierno y compartir gastos. Los defensores de la vida matrimonial alegan que la vida en pareja fomenta la armonía y favorece la serenidad. No es cierto. Lo único que de verdad favorece el matrimonio es el divorcio. En realidad la vida en pareja obliga a que cada uno desista de sus propios intereses en favor del interés común. Luego resulta que el interés común es algo que se acuerda a disgusto de ambos, como ir a Zamora de viaje en el caso de que uno prefiera Cádiz y el otro se incline por Santander. No sé si hay algún estudio serio que lo refleje, pero yo creo que si las malas películas tienen público es porque acuden a verlas las parejas que cada uno por su parte renunciaron a sentarse a gusto en otro cine. Dos amigos míos que acabaron frente al juez del divorcio se llevaron mal a partir de que con frecuencia al ver en la nevera un pollo y un conejo, ambos tuviesen la absoluta certeza de que ese día comerían lentejas. A lo mejor es que para vivir bien avenidos es imprescindible sacrificarse tanto que no valga la pena seguir. Ahora comprendo la vieja idea de que al dejar a su chica, un hombre le diga que por mucho que a ambos les duela su decisión, y aunque vean incierto el futuro, en el fondo él lo hace por su bien. Es como cuando por culpa de haberse roto una pata el caballo, su jinete le dispara en la cabeza porque está seguro de que la muerte le ahorrará un insufrible dolor. Un hombre y una mujer se unen pensando en sus afinidades y porque creen que ése es el destino natural cuando dos personas se aman. Luego pasa el tiempo, surgen las desavenencias, y si no resisten el sacrificio continuado de la propia personalidad, se dan cuenta de que la convivencia es el tiempo que una pareja tarda en descubrir las razones incuestionables para no haberse unido. ¿Significa eso que no se aman? No, en absoluto. Puedes amar a tu chica aunque a ella no le guste el pollo y sin necesidad de compartir el baño. Las personas tienen encantos irresistibles que, sin embargo, se tambalean en el momento de convivir. Yo no digo que tenga razón, pero creo que la ilusión que produce compartir con alguien los placeres del amor se desvanece tan pronto ambos descubren que lo que de verdad causa estragos en la pareja no es tener a medias la esperanza y el hambre, sino la desgracia de compartir luego la desilusión y la mesa. Un matrimonio que se fortalece al tener a medias ciertas emociones, a veces se destruye por la simple circunstancia de compartir la nevera.