Extremadura
Un equipo a su imagen y semejanza
El líder popular llegará a las elecciones generales rodeado por gente de su entera confianza y con el respaldo total del partido. Tiene total libertad para definir su programa para los comicios
Madrid- Después de casi ocho años en la oposición, Rajoy llegará a la campaña de las próximas elecciones generales con un margen de libertad y de decisión sin precedentes. No lo tuvo en 2004 y mucho menos en 2008. El uso que haga de esa autonomía, y sus resultados, están por ver, pero nadie dentro del partido se la discute. Rajoy llega a esta campaña comprometido con sus propias decisiones en la conformación del equipo y en la definición de la estrategia de oposición. Y eso le abre además las puertas a formar el Gobierno que quiera y a definir un programa político y económico sin interferencias.
Nada tiene que ver esto con las dos ocasiones anteriores en las que concurrió a unas elecciones generales. Hoy todavía hay quien dentro del PP mantiene vivas las especulaciones sobre el margen que tuvo Rajoy en su decisión de rodearse de Acebes y de Zaplana en 2004. Pero también es cierto que quienes estuvieron entonces cerca del que era el candidato sostienen que en esos seis meses previos a aquellas elecciones generales nunca tuvieron la sensación de que Rajoy se sintiera obligado con nadie ni hacia nadie. Otra cosa es que él entendiese que entonces le convenía dar una imagen de continuidad que la situación política hizo inconveniente después de la traumática derrota de las elecciones que marcaron los atentados del 11-M. Fuese como fuese, lo cierto es que hoy Rajoy tiene su equipo y dispone, asimismo, de un ejército territorial completamente suyo, cosa que no ha ocurrido tampoco hasta esta legislatura. Desde su jefe de Gabinete, Jorge Moragas, pasando por la secretaria general y la portavoz parlamentaria, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, respectivamente. De la dirección, quizás Jaime Mayor Oreja es el único que no se ha camuflado, por voluntad o por imposibilidad, dentro del marianismo imperante.
Crecimiento sostenido
Sea como sea, lo cierto es que las urnas le han ido dando un resultado en ascenso. A paso lento, pero seguro, Rajoy ha ido remontando en cada convocatoria electoral. A pesar de que tuvo que liderar un partido que quedó muy tocado en los comicios de 2004, cuando logró un 37,71% de los votos, Mariano Rajoy resurgía con más fuerza si cabe a base de reafirmar los puntos clave de la política de su partido. Así, y con las municipales de 2007 como punto de partida, el PP ha ido progresivamente mejorando sus resultados en todas las citas electorales. Hace cuatro años ya conseguía ser la fuerza más votada a nivel nacional, aunque perdía en número de concejales. También conseguía mejorar en las generales en cuanto a porcentaje de voto (39,94%) aunque no fue suficiente para vencer al PSOE. Las europeas de junio de 2009 confirmaban la favorable evolución al obtener el 42,12 por ciento de los votos. Con estos resultados, el 22-M, el partido que lidera Rajoy lograba teñir de azul el mapa de España. Pero sus buenos resultados también se han reflejado en las encuestas. Rajoy ha ido creciendo también en valoración de voto desde hace cuatro años hasta darle en abril de 2011 una diferencia de 14,6 puntos con respecto al PSOE.
En suma, lo que hoy tiene Rajoy es un partido hecho a su imagen y semejanza y en el que poco a poco ha hecho la revolución tranquila y más o menos silenciosa que sintoniza con su carácter. Antonio Basagoiti, Alicia Sánchez Camacho, Ignacio Diego, José Antonio Monago son los representantes de ese otro PP que presume de moderado, de estar en el centro –como también lo hacía el PP de Aznar– y de poder hablar con cualquiera y de llegar a acuerdos de gobierno también con cualquiera: IU en Extremadura; el PSE y el PNV (en algunas alcaldías) en el País Vasco; CiU en Cataluña…
El PP es otro, dicen en Génova. Pero Rajoy sigue siendo el mismo, o muy parecido al de 2004 tanto en su gestión de las relaciones personales como en su gestión política del día a día. Por ejemplo, continúa teniendo grandes dificultades para darle un «no» a alguien, sigue jugando con los silencios y sigue siendo más partidario de dejar macerar los problemas que de la vía resolutiva en caliente.
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