Murcia
Facebook por Antonio Parra
Facebook ya cotiza en Bolsa. El pasado viernes se dio la campanada de salida a sus acciones con una enorme expectación y con una subida vertiginosa que, al final, no fue para tanto. Quien no «tuitea» o no está en Facebook parece que hoy no es nadie, como antes no lo era quien no salía en la foto o no estaba en los medios de comunicación. Pero algunas grandes empresas comienzan a abandonar la red social porque su presencia en ella parece que no es demasiado rentable para sus productos. El problema es ese, que no todo lo que reluce en la red es oro. Estas jóvenes redes sociales son un formidable medio de comunicación, y sirven, y mucho, para conectar horizontalmente a mucha gente (por ejemplo, son muy útiles para movimientos como la llamada Primavera Árabe o, entre nosotros, el movimiento 15-M) y, como dice el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, para cumplir la función de la red, que es, según sus palabras, «hacer el mundo más abierto y conectado». Ocurre, sin embargo, que no toda comunicación es información, ni toda información es, automáticamente, periodismo, y mucho menos buen periodismo. Se me dirá que quienes participan en estas redes no necesariamente quieren intercambiar información, sino simplemente comunicarse. Cierto, pero también en este terreno de la mera comunicación, si uno las utiliza con un mínimo de exigencia, se tiene la sensación de que se está ante un gran idiota colectivo que se ha infiltrado en las seseras de cada uno, convirtiendo en necia y banal la cacareada comunicación. Y, además, en el fondo no es para tanto lo de la cantidad, son tan infinitas las posibilidades cruzadas en red que, al final, cada uno se relaciona con sus pocos «amigos», aunque potencialmente esté en «contacto» con el infinito. Es como vivir en una gran ciudad, acabas viviendo casi todo el tiempo en tu calle, o como en el mito comunicativo de la mirada panóptica (eso pretende ser Internet) con la que abarcaríamos tanto que no vemos nada, más que oscuridad y ruido. Por eso, algunos, comienzan a irse a pegar la hebra con la portera, o con el camarero, que es más divertido.
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