Congreso Extraordinario del PSOE
Minoría absoluta por Ely del Valle
No contento con dejar el país como un garaje tras una fiesta «destroyer», José Luis Rodríguez Zapatero ha convertido la rosa del socialismo en un puré de remolacha. Queda por saber si el daño ha sido estructural o si solamente afectará al PSOE que él construyó a su imagen y semejanza, y que su heredero recibió con complacencia convirtiéndose en cómplice de la masacre.
El PSOE es, en estos momentos, una escombrera en la que poner orden puede ser tarea de años. Carme Chacón ha sido derrotada por segunda vez –la primera, cuando le obligaron a renunciar a las primarias–; Patxi López ha sucumbido a la marea infame de Amaiur, y Eduardo Madina, al que algunos veían capaz de reeditar aquel fenómeno Zapatero de hace once años, además de estar marcado también por el estigma del de León, es un triste.
Dicen que hasta última hora, Rubalcaba confiaba en un milagro y que, consecuentemente, el palo ha sido mayor. Si es así, se lo tiene merecido por poca vista, que es algo imperdonable en un aspirante a presidente. Del resto, el socialismo únicamente puede culpar a Zapatero que, como diría Groucho, partiendo del todo, ha conseguido alcanzar las más altas cotas de miseria
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