Berlín
Desenlace de la tragedia griega
Con los pies ya casi al borde del abismo, Angela Merkel dio ayer finalmente su brazo a torcer. La canciller alemana aceptó tras dos semanas de discusiones las condiciones de la mayoría sobre una participación voluntaria de los inversores privados en el nuevo rescate de Grecia.
De esta manera, renunciando a una reestructuración obligatoria de sus bonos, se despeja a medio plazo el camino para el segundo paquete de ayuda para los griegos. Y, sobre todo a corto plazo, para desembolsar los 18.000 millones que necesita el Gobierno heleno para evitar la bancarrota en julio.
Cambio de opinión
El encargado de arrastrar a la germana hasta la posición que defendía el BCE, así como la mayoría de los estados de la UE, fue el presidente francés, Nicolas Sarkozy, con quien se reunió ayer en Berlín. La cumbre sirvió para cerrar el acuerdo político necesario para empezar a desenredar la madeja que es ahora la tragedia griega. El FMI, que participa con un tercio de los 110.000 millones del rescate actual, se había negado a desembolsar su parte de los 18.000 millones del quinto tramo de junio si Grecia no era solvente el próximo año.
Pero los informes del BCE, la Comisión y el FMI concluyeron que el país heleno no podrá volver a financiarse en los mercados en los próximos doce meses como se esperaba. Por ello, necesita un segundo rescate que Alemania, el mayor contribuyente por ser la economía de mayor peso en la eurozona, avisó de que debería contar con la participación de los inversores privados a través de una renegociación de los bonos en su poder, alargando el plazo del pago siete años.
Sin embargo, el futuro presidente del BCE, Mario Draghi, recordó esta semana que esta reestructuración de la deuda supondría un impago para los inversores, como así confirmaron las agencias de calificación, lo que no sólo dañaría para siempre la solvencia del euro, sino que además dejaría muy dañada a la banca griega, que posee la mayor parte de los bonos griegos (unos 48.000 millones), y tendría un potencial de contagio devastador. En resumen, una situación de riesgo incontrolable como la desatada tras la caída de Lehman Brothers, en septiembre de 2008.
El acuerdo cerrado ayer prueba que Merkel acepta las tesis del BCE no sólo por aceptar la voluntariedad de cualquier implicación de los tenedores de bonos privados, sino también al respaldar la manera de ponerla en práctica. El BCE defiende que el sector privado, de forma voluntaria, cancele los viejos títulos y luego compre nuevos, un sistema que ya funcionó en 2009 con los países del centro y este europeo.
Merkel indicó que la iniciativa le parece «una buena premisa». De procederse así, la intervención de los socios no se consideraría como un «acontecimiento de impago de crédito», el tabú que se ha intentado evitar desde el principio de la crisis y que supondría un armagedón financiero ya que implicaría que un miembro de la eurozona no es capaz de hacer frente a sus deudas.
Los líderes de Francia y Alemania acordaron concluir «con la mayor celeridad posible» las negociaciones del segundo paquete de ayuda para rebajar la presión de los mercados sobre las economías periféricas como España. Los ministros de Finanzas se reunirán mañana para dar luz verde al desembolso de los 18.000 millones y empezarán a preparar el segundo paquete de ayuda.
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