Teatro
Go & Go
Que Tomás Gómez es un tipo rarito no descubro ahora. Más que un perro verde, y lo dicen sus compañeros de partido que ya se sabe que es lo que va después de amigos y enemigos en la escala de afectos personales. Pero esa manera que tiene el socialista de relacionarse, por llamarlo de alguna manera, con Gregorio Gordo le va a traer más de un disgusto. Y puede que el próximo sea donde más le puede doler: en Parla. Habría que contar primero que la relación entre Gómez y Gordo es cero no, lo siguiente. Gélida no, lo siguiente. Inexistente no, lo siguiente. Y no será por culpa del coordinador de IU que tira a majo. Es que Gómez todavía no se ha bajado de la burra de ganador de las primarias y sigue perdonando vidas y mirando por encima del hombro a todo el que osa penetrar en su onda expansiva.
Gómez y Gordo, comparten el Go del primer apellido y poco más, son como la noche y el día: un par de socios naturales que llegado el caso acabarían entendiéndose pero que hay que ver lo bien que lo disimulan. El cuerpo le pide guerra a Gordo. No le faltan ni ganas ni cierto sentido de justicia poética para demostrarle a Gómez que no puede pasear por la Asamblea sin darle ni los buenos días. Pero cobrarse la pieza de Parla a lo mejor es incluso demasiado. Una cosa es dejarse llevar por el efecto Mourinho y desear meterle el dedo en el ojo a Tito Vilanova Gómez y otra regalarle la alcaldía al PP. Una pelota está en el tejado de IU. Y la otra es la que tiene el niño Gómez.
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