Universo por Ramón TAMAMES

En la búsqueda del origen y de la ulterior evolución del Universo que hoy conocemos, Galileo dio una primera clave. No porque descubriera el sistema heliocéntrico en sustitución de la concepción geocéntrica ptolemaica, pues en ese tema no hizo otra cosa que difundir las ideas previas de Copérnico, hasta entonces semiocultas; sin olvidar que dieciocho siglos antes, Hiparco, en Grecia, ya había descubierto esa realidad estelar-planetaria. Lo que sobre el origen y la evolución del cosmos hizo Galileo de forma pionera fue abrirnos una gran ventana de futuro. Al entender que: «La filosofía se escribe en el gran libro del Universo, que está continuamente abierto a nuestra mirada. Pero ese libro no puede enten­derse, a menos que primero de todo aprendamos su lenguaje, empezando por las propias letras en que está escrito».En la dirección apuntada por Galileo, y con conocimientos y herramientas ya mucho más potentes en nuestro tiempo, James Gardner propone la tesis de que el Universo, más que un li­bro abierto, es un enorme ordenador natural. Dotado de un sistema operativo con base en las leyes fundamentales y las constantes de la física; y con unidades de procesamiento que funcionan en los agujeros negros, galaxias, estrellas, planetas, partículas de polvo, moléculas, incidiendo así en todas las fuerzas de la física del cosmos para mode­lar el curso de su evolución. Seth Lloyd ha dado un paso más en esa teoría, al atreverse a hablar de un ordenador universal cuántico, que permite entender algunos de los grandes miste­rios del cosmos: ¿por qué es tan complejo?, ¿por qué el Universo no se quedó en una mera sopa informe y diluida de materia y energía sin rasgos sobresalientes tras el big bang?, ¿de dónde proviene tal diversidad? Todo eso, nos dicen grandes sabios de hoy, con elegantes páginas de la matemática más excelsa, se hizo por el célebre macroordenador universal, que sigue funcionando para las próximas configuraciones del Cosmos.