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La última noticia por Agustín García Calvo

La Razón
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Parece ser que al viejo Clemente, tantos años portero de la casa portador de campanillas fúnebres y de alegrías de que todavía puede pasar algo inesperado, al fin se le han venido abajo todos los futuros. No quiero sugerir a mis lectores que se le hayan olvidado o borrado las esperanzas y sorpresas de la vida (porque eso no puede ser, y una muerte sin futuro no es ninguna muerte), pero sí tal vez que lo que le ha pasado es que ha dejado de creer en ella, en la muerte misma, y, como en cuestión de muerte no hay más vida que la de la fé, así puede que le haya sucedido al buen Clemente, y que, al dejar de creerla, se le haya desdibujado de números y nombres. Es así como suelen abrírsele a uno las puertas de la fé hacia el futuro, y de ese modo perder toda la alegría de morir que a uno podía quedarle. Es también como las cosas, no numéricas, no puramente semánticas, tratan de reducirse todas ellas a dinero, que es el símbolo de la fé; pero lo más grave es que, una vez que las cosas se han hecho dinero, se pretende sin embargo, que también el dinero es una cosa: con esa pretensión no sólo se consigue que las cosas, vivas y palpables, adquieran una condición de totalidad y unidad, sino que se quiere dotar al dinero en falso de una cierta condición de cosa y de vida. Con lo cual se pierde la contradicción, que es la vida de las cosas y de nosotros, y vienen a parar en una paz muerta el dinero y el señor Clemente.