Estados Unidos
Cuenta atrás para la NASA
«Tripulación de vuelo:cerrad y asegurad vuestros cascos», ordenó la sala de control de la NASA, segundos antes del último despegue del Atlantis. Ni la inestabilidad del tiempo ni un ajuste mecánico de último minuto han impedido que comience la misión STS-135. Es decir, la última de un «shuttle» estadounidense.
Dentro de 12 días, Chris Ferguson, Doug Hurley, Rex Walheim y Sandra Magnus –su tripulación–, regresarán a Cabo Cañaveral, en Florida, y el último transbordador estadounidense se desmontará para trasladarlo o al Museo Smithsonian de Washington o a una de las nuevas salas que el Centro Kennedy, desde el que ha partido, está habilitando en su centro de visitantes.
A principios de los años setenta, el Atlantis, junto al Endeavour, el Dicovery, el Columbia y el Challenger, se convertía en el símbolo de la dominación espacial estadounidense, pero los recortes por la crisis económica y la mala gestión de los programas le ha relegado a una segunda o, inluso una tercera posición. «Se diseñaron hace más de treinta años y, además del elevado coste de su mantenimiento, y de que se han quedado obsoletos, su lanzamiento supera los 900 millones de dólares», asegura Miguel Belló, director general de Deimus Space, una de las pocas empresas españolas especializadas en satélites de observación. Su tecnología la utiliza la NASA y, en especial, la Agencia Espacial Europea (ESA). «Les ha faltado previsión y visión a largo plazo», continúa Bello. En las últimas expediciones, la Agencia estadounidense se ha visto arropada por proyectos e inciativas de origen europeo, lo que denota cierto aperturismo. Manuel Aguilar coordina el proyecto AMS2 que la última misión del Endeavour acopló a la Estación Espacial Internacional (EEI). Desde su lanzamiento, trabaja con los científicos estadounidenses y conoce la difícil situación por la que está atravesando desde hace años: «Tanto Obama como Bush han dado muchos vaivenes respecto a sus objetivos espaciales. El segundo apostó por las misiones tripuladas a Marte, mientras que el actual opta por proyectos más científicos», comenta.
Las Soyuz se quedan solas
Pasarán más de cinco años hasta que se pueda repetir un lanzamiento desde Florida. Se estima que es el tiempo que tardarán los ingenieros en terminar el proyecto de las futuras naves Orion. De ahí, que la única opción que les queda a los astronautas son los transbordadores rusos, las Soyuz. Estos aparatos «han demostrado tener una inmejorable fiabilididad con un presupuesto muy ajustado. Ése es su camino», explica Ana Laverón, catedrática de Ingeniería Espacial de la UPM y directora del Centro de Operaciones y Soporte a Usuarios de la ESA. Los rusos no serán los únicos que, en un periodo corto de tiempo, manden astronautas a misiones suborbitales, países en desarrollo como India e, incluso, China, ya han aprobado varios programas para construir naves competitivas.
En el fututro espacial también van a jugar un papel fundamental las empresas privadas que «sólo ha empezado a invertir en Espacio cuando las tecnologías necesarias han sido muy probadas y han visto una posibilidad de negocio», añade Laverón. Nos encontramos ante un importante cambio en el sector. Son la pieza más costosa de cada misión y por eso, una de las medidas que se van a tomar en la NASA es privatizarlos. «Existe un programa en desarrollo que delega esta parte a una de las empresas más punteras: la Space-X. Ella va a ser la encargada de construir el lanzador Falcon 9», asegura el director de Deimus Space. Sin embargo, los expertos ponen en entredicho el desarrollo del turismo espacial ya que es un lujo para unos pocos: «Pagar 137.000 euros por ver el espacio diez minutos no le compensa a casi nadie», añade.
La financiación se stá convirtiendo en un rompecabezas difícil de resolver para todos los estados que apuestan por la carrera espacial, pero cada uno ha sabido reaccionar de manera distinta. Mientras Estados Unidos, que invirtió más de 160.000 millones de dólares en la EEI, se queda sin naves para seguir con sus experimentos en las alturas, la ESA ha optado por una visión más práctica: alargar los programas que están en marcha para ahorrar costes. Aunque Laverón insiste en que «Europa debería invertir más», la Agencia destaca el protagonismo que va a cobrar gracias al fin de la era americana: «Con nuestras naves ATV podemos transportar casi siete toneladas de carga. Preveemos poner en órbita tres naves antes de 2015», explica Javier Ventura-Traveset, Dircom de la ESA.
«Ha finalizado una forma de hacer las cosas en el espacio», apunta la catedrática de la UPM, pero el interés por otras galaxias no desaparece. Por ello, las misiones científicas no desaparecerán, sólo se amoldarán a los dictados de los gobernantes. «Obama está especialmente preocupado por la posible colisión de un asteroide con la Tierra y está impulsando la investigación en este campo. No va de-sencaminado porque dentro de unos años, no más de cien, es muy probable que uno choque con nuestro planeta», concluye Belló.
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