España
El ombligo por Julián Redondo
La frase de la Eurocopa: «Los jugadores ganan partidos; los equipos, campeonatos». Palabra de Iniesta. Así ha sido como, con más pausa y sangre fría que prisa y brindis al sol, España ha entrado en semifinales. Con protagonistas estelares distintos, pero siempre con el grupo en el núcleo de los éxitos, «La Roja» medirá sus fuerzas con Portugal. El vecino es, por aquello de la corriente mediática, esclavo del pensamiento único y antítesis del español. Su voz cantante es Cristiano Ronaldo, un solista con la potencia de supermán y los arrebatos de Tony Manero. Aunque haya quien le vea hecho un rodrigón dentro de cuarenta años, este «7» tiene cuerda para desesperar a mil estadios y reventar las porterías más cualificadas... Si está inspirado, centrado, sosegado y satisfecho.
El problema esencial de «CR7» es que, por haberse nombrado el futbolista más guapo, más bueno y más rico, se cree el ombligo del universo balompédico y en este deporte la arrogancia se paga en cuotas mayores que la admiración. Para ombligo, el de Angela Merkel. Estalló de gozo la mujer más poderosa de la Tierra con el triunfo de Alemania sobre Grecia y al brincar insinuó, bajo una vulgar camiseta, segunda y trémula piel, el ombligo que mira toda Europa; el cordón umbilical que alimenta o desnutre familiares tan peligrosos como las primas de riesgo.
Pero son italianos y portugueses quienes amenazan la final prevista. La nueva ola de Cesare Prandelli, enterrador del «catenaccio», ya no parece fácil de romper para los intrépidos alemanes. Tampoco las carreras de Ronaldo ni los contraataques de sus adoradores son escollo menor para España. La suerte del campeón es que ni Del Bosque ni el equipo se miran el ombligo.
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