México
«Abel»: Matar o sustituir al padre
Director: Diego Luna. Guión: Augusto Mendoza y D. Luna. Intérpretes: Karina Gidi, José María Yazpik, Christopher Ruiz-Esparza, Carlos Aragón. México, 2010. Duración: 83 minutos. Drama.
Abel es un niño que apunta maneras de autismo porque no habla, está como sonámbulo y sale de un hospital psiquiátrico infantil. Su historia podría ser la crónica de un trauma, aunque Diego Luna parece más interesado en la terapia que practica la mente de Abel para reencontrar su lugar perdido en una familia perdida. El trauma es el del abandono paterno y la solución está en sustituir al padre, en ocupar su sitio. Es el «macguffin» de esta ópera prima: ver al niño vestirse de hombre y creerse hombre es perturbador, pero Luna, fiel a la tradición surrealista del cine mexicano, lo contempla integrándose poco a poco en la dinámica normal de la familia, en las rutinas diarias, haciendo de su puesto en la mesa toda una declaración de autoridad. El efecto se sitúa entre el delirio de un loco –de un niño que quiere ser adulto, para qué– y el humor de quien lo mira, atemorizado a la vez que cómplice. Luna no se ahorra la escena edípica que todos esperábamos, y la resuelve con cierta astucia: con discreción y eficacia, igual que dirige a su actor infantil. El regreso del padre lo complica todo. No contaremos más, pero la tragicomedia de la sustitución naufraga. El padre decepciona, tanto como a la familia que ya no lo echa de menos. El trauma vuelve al útero materno del agua primigenia y lo que regurgita ya no es una tragicomedia, sino un filme condenado a cerrarse sobre sí mismo. El que salió, entra. Y la terapia sólo era un truco de humorista sabio, pero nada más.
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