Murcia
Prevaricadores por José Muñoz Clares
Una magistrada que había falsificado una resolución y engañado a uno de sus colegas de sala con el ánimo de que quedara en libertad un condenado a 7 años de prisión por agresión sexual fue juzgada y entendieron los magistrados del TSJ de Aragón que había falsificado pero sin querer, pues la pobre no sabía que falsificar resoluciones está prohibido o, si lo sabía, no lo sabía con suficiente intensidad, así que le aplicaron la teoría del error con la finalidad evidente de salvarle la carrera y no tener que expulsarla como han hecho con otros; por sentencia de 21 de enero de 2010 el Tribunal Supremo (Sala Segunda), compuesto por algunos de los que ahora han condenado a Garzón, confirmó la sentencia. La impertérrita Sala Segunda ni se inmutó; se limitó a enarcar una ceja, manifestar su extrañeza por la condena por imprudencia cuando lo procedente hubiera sido una condena por falsificación voluntaria y mantuvo las cosas como estaban, es decir, a la magistrada falsaria dictando sentencias hasta su jubilación. El delito de prevaricación, tras vaciarlo de contenido el Tribunal Supremo en una especie de legítima defensa preventiva, se ha quedado como último recurso para deshacerse de indeseables como Ferrín Calamita o Garzón, bien que por razones diametralmente opuestas. El CGPJ y la cúpula de la magistratura se renuevan por cooptación, que era el sistema que utilizaba el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, que en paz descanse, y así nos va a nosotros de mal y a ellos de bien. Así que cabe plantear, como el coronel Kurtz en Apocalypse now, cómo se llama cuando los asesinos juzgan a los asesinos (sustituya el lector «asesinato» por cualquier otro delito que se le ocurra).
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