Londres
Spielberg caballo ganador
Galopa hacia los Oscar con media docena de nominaciones gracias a «War Horse», entre ellas, la de mejor película. El cineasta cuaja un trabajo impecable y homenajea al cine de los grandes
En casa de Michael Morpurgo, un escritor inglés de origen belga conocido, sobre todo, por sus cuentos infantiles, siempre que sonaba el teléfono se decía en tono de broma: «Cógelo, que será Spielberg». Pues bien, cuando un buen día al otro lado de la línea se escuchó efectivamente la voz del cineasta, el novelista no se lo podía creer: quería llevar su libro a la pantalla. La adaptación de «War Horse» «(Caballo de batalla)», escrito en 1982, se estrenó en el Teatro Nacional de Londres en 2007 y desde entonces se ha convertido en uno de los grandes éxitos del West End, pero Morpurgo jamás imaginó que el mismísimo Spielberg se enamoraría perdidamente de la historia.
«Kathleen Kennedy (la productora) vio la obra y me llamó. Cuando fui al teatro, desde el primer instante supe que tenía delante una gran película. Yo no escojo mis trabajos, ellos me eligen a mí», comentó el realizador durante la presentación de la cinta en la capital británica.
Y después llegó el tanque
Se trata de una historia de lealtad, esperanza y tenacidad, ambientada en el entorno de la Inglaterra rural y de Europa en tiempos de la Primera Guerra Mundial, en la que murieron ocho millones de animales hasta que al final de la contienda los sustituyó el tanque. La historia arranca con el relato de la extraordinaria amistad entre un caballo llamado Joey y un muchacho, Albert, encargado de domesticarlo y entrenarlo. Cuando ambos son apartados por la fuerza, la película narra el viaje del animal a través de la contienda y las vidas de todos los que se cruzan en su camino: desde la caballería británica hasta un granjero francés y su nieta.
«A pesar del título, se trata de una historia de amor con el caballo como una metáfora del sentido común», señala el director, que explicó que había rodado el filme para su hija, una jinete entusiasta. «Yo no monto, pero conozco bien el mundo de las cuadras», agregó. Los exteriores se rodaron en el condado de Devon (Inglaterra), principalmente en las planicies de Dartmoor, en el pueblo de Castle Combe y Stratfield Saye, hogar del Duque de Wellington. Spielberg dijo que se había inspirado en parte en el drama del galés John Ford «¡Qué verde era mi valle!», triunfadora en los Óscar de 1941, y había tratado de utilizar el campo británico como un personaje más. «Tuvimos que estirar el presupuesto, pero cada penique valió la pena –dijo–, sólo había visto en Nueva Zelanda unas puestas de sol tan increíbles. Todas las que mostramos son reales, no se ha tratado la imagen», asegura.
A pesar de que las escenas de batalla de sus anteriores trabajos –«Salvar al soldado Ryan» o la serie «Hermanos de sangre»– han sido descritas como las más «brutalmente realistas de la historia del cine», en esta ocasión las imágenes propiamente de guerra únicamente ocupan de doce a quince minutos y apenas hay sangre. En parte, porque se ha querido hacer una película familiar –«los niños aprenden ya la mayoría de las cosas por los medios de comunicación y hay que darles algunas nociones históricas», comenta– pero también porque los campos de batalla sembrados de cuerpos de animales eran ya bastante elocuentes. En este sentido, Spielberg recalcó que un representante de la Sociedad Protectora de Animales estuvo todo tiempo en el set de rodaje para evitar cualquier tipo de estrés a los equinos.
Además, en la escena más conmovedora, donde representantes de ambos lados de la trinchera se unen para liberar a Joey de un puñado de alambres, el supervisor de efectos especiales Neil Corbould construyó un caballo animatrónico de tamaño real. Se necesitaron hasta catorce animales diferentes para «suplantar» a Joey.
Más cien aspirantes
Para interpretar al granjero y después soldado Albert sólo hizo falta un actor, Jeremy Irvine, pero encontrarle no fue tarea sencilla. El equipo de casting examinó a más de cien jóvenes. «Quería que fuese alguien que pareciera que realmente nunca había salido de su pequeño pueblo. Alguien que pudiera transmitir toda esa inocencia», recalcó el director. «Yo estaba bastante desesperado por conseguir un papel», admite Irvine. «Después de un año en la escuela de teatro, había llamado a todas las puertas de los agentes del Soho, pero sin ningún éxito. Así que cuando me eligieron y supe que, además, era Spielberg, quien estaba detrás del proyecto, no lo podía creer. Le gustan las cosas muy frescas, muy reales, apenas hace ensayos y suele quedarse con la primera toma que graba. Cuando él está al cargo, todo resulta fácil», explica el intérprete.
El reparto internacional se completa, entre otros, con Niels Arestrup, Nicolas Bro, David Kross, Leonard Carow, Rainer Bock, Robert Emms y Patrick Kennedy. La cinta ha sido nominada a seis Oscar, entre ellos el de mejor película y fotografía; en definitiva, un éxito más a sumar a una carrera de un hombre que ni siquiera baraja la palabra jubilación.
Y es que, Spielberg, de 66 años, no tiene planes de retirarse. Y así lo explica: «Clint Eastwood es amigo mío. Él tiene 81 y sigue rodando. Aún estoy esperando la llamada de teléfono que me diga que ha colgado las espuelas», comenta con una sonrisa. Sus dos próximos proyectos serán «Lincoln», una adaptación de la biografía del presidente norteamericano protagonizada por Daniel Day Lewis, y «Robocalypse», en la que llevará a la pantalla el libro de Daniel Wilson.
Las otras guerras del director
La infancia y la guerra son dos temas recurrentes en la filmografía de Steven Spielberg. En ocasiones, incluso, las mezcla, como el caso de «El imperio del sol» o en su versión de «La guerra de los mundos» (abajo), donde Tom Cruise debe cuidar de sus hijos. La Segunda Guerra Mundial es un contexto histórico común en muchos de sus filmes. Incluso en la saga de Indiana Jones aparece este conflicto. Pero el director, según ha profundizado en este tema, ha ido virando el color de sus películas. Desde la gama roja, tan hollywoodiense, al blanco y negro de «La lista de Schindler» o ese sepia, esa grisura por la que optó para retratar la épica y el drama del desembarco de Normandía en su película «Salvar al soldado Ryan» (arriba). Con «War Horse», vuelve al color. Pero lo hace en su primera acercamiento a la Gran Guerra. A saber si se reserva otra paleta de colores para más adelante.
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