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El hombre predecible (II)
Rajoy es un hombre predecible. Si, ya sé que la semana pasada esta columna comenzaba exactamente igual, pero su discurso de investidura no hace sino reafirmar lo afirmado entonces. El inminente presidente ha anunciado oficialmente, sin disfraces ni atenuantes, lo que todos sabemos: la situación económica es un caos que nos asoma al abismo de la recesión como si este país fuera un pequeño Prince y la crisis un irresponsable Michael Jackson balanceándolo sobre el vacío. Su diagnóstico se resume en una de las frases más rotundas y dolorosas de su intervención: lo que había no va a volver. Escueto, certero y demoledor. No obstante y como el pesimismo no suele ser rentable en un político al que los ciudadanos han optado por confiarle su futuro, una vez confirmados nuestros peores temores ha puesto sobre la mesa una serie de medidas cargadas de sentido común aunque la oposición insista en calificarlas de inconcretas. Poli bueno y poli malo, todo en uno, Rajoy ha tenido el buen tino de llamar al pan, sacrificios, y al vino, ajustes, que es lo que se esperaba porque es lo que hay y con lo que tenemos que lidiar esta resaca que, como diría Serrat, nos dejó un tiempo de rosas, especialmente la del socialismo de Zapatero. A Rubalcaba le ha quedado poco espacio para la maniobra que ha consistido, fundamentalmente, en pedir que se haga lo que él no hizo, que no se haga lo que él sí hizo y en criticar lo que se ha dicho que se va a hacer. Oposición leal y constructiva, lo llama. Después de escucharle, me sigo quedando con la frase de Rajoy, lo que había no volverá. No es masoquismo: si lo aplicamos a lo que hemos tenido en el gobierno estos últimos años, hasta se agradece.
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