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Ludopatía del poder

La Razón
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Zapatero quiere seguir jugando a la ruleta del poder aunque tenga los bolsillos vacíos, y para eso recurre a lo que sea con tal de que no le echen del casino político. Esa es la imagen que da vendiendo a los nacionalistas palabras y letras. A Paulino Rivero le ha vendido, envuelto con un lacito, el término «territoriales», para que llame así a las aguas internacionales, y a Urkullu le ha dado una «i» latina, una «erre» suave, una «ka» de kilo y un par de «bes» de burro para que escriba con ellas Vizcaya, Álava y Guipúzcoa como él sabe hacerlo. No es lo peor. Lo malo no es que Zapatero tire de la chequera del abecedario y del diccionario, sino de la otra. Ya podía quedarse en esa tómbola de palabras, letras, agua, aire, humo, que no cuesta dinero. Lo malo es la pulsión eufórica del ludópata, ese modo torpe de rehacer la falsa dignidad, de vender que recobra el «momentum» político poniendo en el tapete de juego el Rolex y la casa que no es suya; esa forma compulsiva de vendernos a sus ministros como quien vende cepillos en la Puerta del Sol, enumerando las propiedades de cada uno, como hizo el miércoles. Hasta ahora, los presidentes sólo enumeraban las carteras que asumían los nuevos miembros del Gobierno, no les hacían el artículo. Lo malo, sí, es que lo vende todo, y a compradores como Urkullu. Urkullu es como Ibarretxe pero en más flipado, aunque disimula. Urkullu, en realidad, sueña con el «Estado Archipelágico Asociado» y ha encontrado al único hombre en el mundo que puede ofrecérselo.