Una de piratas somalíes

No pocos recordamos la sorpresa que supuso en los noventa la aparición de una enigmática escritora argelina llamada Yasmina Khadra que plasmaba la convulsa cotidianidad de su país sirviéndose de la novela negra. Cuando supimos que detrás de aquel sobrenombre se ocultaba un varón –y para más datos un hombre de armas–, aumentó la atención sobre sus libros. Tras el éxito de la trilogía protagonizada por su comisario Brahim Llob –junto al Montalbano de Camilleri o el Jaritos de Márkaris conforman la tríada de oro de las «letras negras mediterráneas»–, Mohamed Moulessehould –su auténtico nombre– empezó a querer dar señales de escritor alejado de encasillamientos de género y afrontar ficciones universales. Su nueva novela participa de esa voluntad de asumir otros retos y contiene dos aventuras: la del protagonista y la travesía del propio autor. La primera versa en torno a Kurt –¿guiño conradiano?–, médico que lleva una vida apacible hasta el día que su esposa se suicida. Para sacarle del pozo depresivo, su amigo Hans le propone viajar en barco al archipiélago de las Comoras, donde colabora en ayuda humanitaria. Serán asaltados por piratas somalíes y vivirán un descenso al corazón de las tinieblas africanas donde la mentalidad europea chocará con la forma de entender la vida del continente negro. Narrada de forma bien sostenida y con digresiones didácticas, este thriller iniciático está salpicado de aventura, dolor y pasión... Vislumbramos al autor, sorteando peligros plagados de un acentuado lirismo, antes de retomar una trama policíaca en la que tan bien se maneja, sin dejar de abordar la soberbia europea, haciéndonos reflexionar que la vida está en muchos sitios y que el verdadero viaje es el de piel hacia adentro.