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El día de los culpables

Julian Assange vendió su biografía por 1.200.000 euros
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Yo no sé si todavía se mantiene la tradición en los periódicos de ofrecer una noticia falsa por el Día de los Inocentes. Creo que en estos tiempos tendría que ser ya costumbre obsoleta, porque todas las noticias parecen falsas, puras bromas de mejor o peor gusto, historias ridículas, pavorosas, increíbles, hilarantes o de pena. Pongamos que vivimos en una constante inocentada, que nos ofrece un panorama algo deprimente de una sociedad recurrente en la ingenuidad o directamente tonta de baba.

Inocentadas parecen el alto el fuego de ETA, la biografía de Julian Assange como compendio de la verdad periodística, o que el señor Zapatero se presente a las próximas elecciones; sin embargo, son titulares que el público ha de tomar en serio aceptando la certidumbre de lo inverosímil. En ese laberinto de la información veraz o distorsionada el más pintado es incapaz de distinguir o digerir decentemente el atracón de verdades o bulos que trasiega a diario. Así que en lo único que acabamos es en un escepticismo crédulo, donde, de no creer nada, todo se asimila, que nos conduce a la inocente estupidez de una nueva era.

Inocentada podría haberse considerado no hace mucho la noticia de que el canal continuo de informativos CNN+ vaya a ser sustituido por 24 horas diarias de «Gran Hermano», lo que da la medida de los tiempos que corren y el valor que se da a la información, cuando la visión de un microcosmos se impone a la globalidad, la dictadura del ojo que todo lo ve aplasta a la visión amplia y libre del mundo exterior y se conduce al ciudadano a preferir contemplar las andanzas y bajezas biológicas de una pandilla de humanoides encerrados entre cuatro paredes antes que observar lo que le está ocurriendo a la civilización en el transcurso universal de los días.

Hace poco vi a uno de estos ejemplares, llamado Rafa, un musculoso pelón de inteligencia esquiva, haciendo un bolo en una discoteca donde masas enardecidas lo aclamaban como un ídolo, enalteciéndolo poco menos que como modelo de existencia, y no podía menos que preguntarme, pasada la máxima de Warhol de que cualquiera puede tener unos minutos de gloria en la tele, cuántos minutos necesita hoy salir en pantalla para convertirse por sí en una celebridad.

En la más completa defunción del temperamento crítico o el pensamiento libre. Yo creo que, más que el día de los Inocentes, tendremos que empezar a celebrar el día de los culpables, para echar la culpa a los demás de lo que está ocurriendo. Aunque puede que al final la responsabilidad sea de todos nosotros.