Crítica de cine
«Antisocial»
Es el gran logro expresivo con el que se estrenó Rubalcaba en su cargo de vicepresidente, de presidente fáctico. Es el nuevo insulto con el que va a intentar neutralizar al partido de la oposición este PSOE de las medidas antisociales que ha mandado a tres millones de españoles al paro o a los cursos de la desesperanza y a ochocientos mil de ellos a los comedores de Cáritas, o sea a la única socialdemocracia que ha habido en este país y que es la de la sopa de los conventos medievales, la de los pucheros de Santa Teresa. Ya lo saben ustedes. A partir de ahora el PP no es sólo facha y carca sino también «antisocial». ¡Toma ya! Lo de «antisocial» va a marcar guión. Porque el guión de ese partido y este Gobierno lo ha marcado siempre Rubalcaba. El problema es que éste necesitaba de un actor blando, zapateril, que lo escenificara y lo hiciera digerible. Él no sirve para ese papel porque queda demasiado duro, demasiado crudo.
Lo más temible habría sido un Rubalcaba moderado, transfigurado como el que ya se nos estaba vendiendo, con talante, que diera la imagen de hombre de Estado, pero le traicionó su naturaleza de tramoyista y guionista en la sombra, de aparatero y mullidor de consignas. Lo que vimos fueron las vísceras viscerales. Fue al cocinero saliendo cabreado de la cocina, al guionista con el guión en la mano en el que se daba audazmente la vuelta a la realidad y se forzaba a la máquina como sólo él sabe hacerlo. ¿Antisocial? Un libreto tan temerario necesitaba de un actor consumado.
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