Bruselas
A la espera de otro tijeretazo
Hace hoy un año, Zapatero dio un giro de 180 grados en su gestión económica, lo que supuso de hecho el entierro de la política social mediante un duro plan de ajuste para alejar el fantasma del rescate que sobrevolaba el país, en medio de una crisis de confianza acrecentada por el efecto contagio del colapso griego. Aunque el presidente aseguró este martes que «miente como un bellaco quien dice que he hecho recortes», la realidad es que respondió a la petición de Bruselas con una propuesta que contempló la congelación de las pensiones, la bajada de sueldos a los funcionarios, la supresión del cheque-bebé y el recorte de la cooperación al desarrollo, entre otras medidas. El objetivo era reducir en 15.000 millones de euros el gasto entre 2010 y 2011 y disminuir el déficit público al 3% en 2013. Presumir de políticas sociales en estas condiciones no parece lo más respetuoso con los ciudadanos en general ni con los cinco millones de parados en particular. Un año después, el escenario no ha mejorado mucho. En algunos aspectos, las incertidumbres sobre la capacidad de la economía española para remontar se han acentuado en un contexto europeo marcado también por las caídas de Irlanda y Portugal. Aunque es cierto que el peligro de rescate parece hoy superado, también lo es que la prima de riesgo sigue en niveles altos y que una nueva crisis de deuda abierta por el posible segundo plan de socorro griego nos ha vuelto a colocar en el centro de la preocupación europea. En estos doce meses el Gobierno no ha sido capaz de generar credibilidad en los mercados, principalmente porque sus políticas no han funcionado como nos anunciaron y como el país necesitaba. Las consecuencias han sido que la recuperación se mantiene muy débil y que el desempleo se encuentra en cifras récord. La mayoría de los esfuerzos de la ministra Salgado han perseguido el ajuste fiscal con iniciativas tanto en el terreno del gasto como en el de los ingresos, con las subidas de los impuestos, el del IVA y el del IRPF. No se pueden discutir progresos en ese terreno y, sin duda, han sido positivos, pese a que las comunidades han contribuido poco. Sin embargo, el Gobierno ha pecado de falta de contundencia en el terreno de la reactivación y del empleo. Las reformas estructurales emprendidas se han quedado cortas, y no han aportado ni la flexibilidad ni la financiación necesarias en una economía rígida, contenida y sin recursos. El balance es de varias reformas a medias: la laboral, cuyo fracaso queda patente por el gesto de Zapatero de cancelar una cita en Noruega para reunirse hoy con los agentes sociales; la de las pensiones, en curso y todavía sin desenlace; y la del sistema financiero, que tampoco está culminada. Mientras tanto, el Banco de España, la OCDE y servicios de estudios tan prestigiosos como el del BBVA acaban de empeorar las perspectivas para España. Aunque el Gobierno desmienta un nuevo plan de ajuste por razones electorales, lo cierto es que hay presiones para otro programa urgente de estabilidad. El ciudadano tiene la sensación de que se ha perdido un año con medidas insuficientes y que el país está abocado a nuevos tijeretazos.
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