Ciclismo
La traición de Froome
Un ataque del keniata saca los colores a su jefe y líder, Wiggins. Rolland ganó y Evans se hundióEl día más largo del tour. La etapa más larga del Tour presenta un perfil contrario a los habituales, con grandes dificultades montañosas al principio. Los dos puertos de primera categoría se sitúan antes de pasar el ecuador de la jornada. Difícil contar con grandes diferencias entre los favoritos cuando los dos puertos de primera categoría de la jornada se sitúan antes de pasar el ecuador de la jornada. para lucirse.
Cuando Chris Froome sorprendió al mundo en la Vuelta, en el instante que subía al podio y en los que siguieron, su teléfono no dejaba de sonar. El pelotón suspiraba por vestirle con su maillot. Froome se hizo todo un «diamante de san-gre», brillante africano. De película. «¡Eh, Froomy... Sky!, ¿eh?», le decía Xabier Zandio cuando las luces de la discoteca se encendían y salir a la calle, ya lunes por la mañana, significaba poner el definitivo fin de fiesta a su segundo puesto. Froome, quizá por la resaca, acabó renovando con el equipo multimillonario de Rupert Murdock. Vendió las dos joyas que tiene por piernas a cambio de unos cuantos –muchos– millones.
Ahora Chris Froome, poderoso como pocos en la crono, el único que se ha acercado a la perfección de Wiggins, y majestuoso en montaña, tanto que ahoga a su propio jefe, se acuerda de aquello. De la renovación que llevaba intrínseca una donación de órganos. Su alma y su corazón, vendidos al Sky. Nada de aspiraciones personales, nada de ambiciones. Froome es el africano que llevará en carroza a Sir Wiggins... Pero en el ascenso a la Toussuire, la montaña que vistió a Pereiro de amarillo, en pleno frenesí y cuando las fuerzas después de subir la Madeleine, el Glandon, la Croix de Fer y el Mollard ya no se encuentran, a Froo-me le sobreviene la codicia.
Con el rebelde Nibali al ataque, otra vez brillante, emoción y garra, ambición del «Tiburón» escrita en unas piernas que quieren comerse un Tour que, por exceso de contrarreloj, no será suyo, el Sky se quedó en cuadro en el último puerto. El infranqueable Rogers hizo su trabajo hasta las faldas de la Toussuire. Sólo Froome, con Wiggins. El compañero, ¿el amigo? No ha habido día que no le hayan recordado a Froome lo bien que podría haber ganado este Tour si no estuviera en Sky a las órdenes de Wiggins. Pero él decidió quedarse con el dinero. Y sobrevino el pozo de la ambición. Wiggins mostró debilidad y el ¿compañero? saltó y le hundió.
Rápido, bronca por el pinganillo. ¡Ah, el ciclismo moderno de las conexiones! Fin de la historia. Froome paró y esperó a Wiggins. La etapa fue para Rolland, en fuga desde el inicio, donde también lo intentó Valverde, sepultado después, tanto como Evans, que atacó en la Croix de Fer, lejos y sin colaboración alguna, y se acabó dejando minuto y medio. «Yo no hubiera tenido los cojones de atacar como lo ha hecho Evans», dijo después Wiggins, el del ciclismo de matemáticas y calculado; de ataques productivos, lo más cerca posible de la meta. El ciclismo de Wiggins, que también tiene que empezar a entender de traiciones.
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